Elena Ferrante y la lucha por la privacidad

Elena Ferrante y la lucha por la privacidad

La saga ‘Dos Amigas’, publicada en 2011, logró popularizar la literatura de Elena Ferrante más allá de su Italia natal, donde los lectores se enamoraron de su estilo, su uso de imágenes, pero sobre todo la compleja relación entre Lenú y Lila, dos amiga

La saga ‘Dos Amigas’, publicada en 2011, logró popularizar la literatura de Elena Ferrante más allá de su Italia natal, donde los lectores se enamoraron de su estilo, su uso de imágenes, pero sobre todo la compleja relación entre Lenú y Lila, dos amigas napolitanas que crecen en un barrio pobre durante el siglo XX.

Pero, al convertirse en best sellers, no solo los libros tomaron vida propia, sino también su autora, pues al intentar ubicarla para coordinar entrevistas, los medios se encontraron con que Elena Ferrante era un seudónimo, uno que esta trató de mantener por todos los medios.

“No me arrepiento de mi anonimato. Descubrir la personalidad de quien escribe a través de las historias que propone, de sus personajes, de los objetos y paisajes que describe, del tono de su escritura, no es ni más ni menos que un buen modo de leer”, ha dicho en entrevistas digitales previamente.

Y sin embargo, el misterio llegó a su fin el lunes, cuando el periodista Claudio Gatti reveló la identidad de la autora en cuatro medios internacionales.

El reportaje de Gatti se centró en las cuentas bancarias de la editorial italiana Edizione e/o, sello a través del cual publicaba Ferrante. ¿La conclusión? La misteriosa autora era en realidad la traductora Anita Raja.

El alcance del ‘scoop’, término con el que los norteamericanos catalogaron a las primicias impactantes, se hizo sentir rápidamente, compartiéndose en todos los medios a nivel mundial. pero las redes sociales no solo se llenaron de asombro sino de enojo. Porque ¿cuál es el valor real de revelar la identidad de una escritora que guardó con recelo su privacidad durante años?

Para Gatti, resolver el misterio era una necesidad. “Es una figura pública, ha vendido millones de libros y los lectores tienen derecho a saber algo sobre la persona que los escribió. Raja era la sospechosa número uno y yo solo he encontrado la evidencia”.

Pero, ¿es necesario saber? Todo indicaría a que no.

“Su idea es que el texto es lo que importa y lo que ha hecho el periodista es hurgar en su anonimato, en los nombres. En lugar de investigar en el fraude fiscal, se ha dedicado a buscar en las cuentas de una escritora. A mí el nombre verdadero no me importa ni como editora, ni como lectora”, dijo Querini, editora del trabajo de Ferrante en España a Diario El País.

Y así lo han hecho también autores y lectores, entre ellos el periodista del New York Times, Phillip Gourevitch, quien estableció que este tipo de acoso es un ataque hacia el derecho a la privacidad. La propia autora concordó con él en una serie de tweets horas más tarde.

En ella, Anita Raja fue clara:

“Lo confirmo. Soy Elena Ferrante. Pero creo que esto no cambia nada en la relación de los lectores con los libros. Esos libros son y seguirán siendo de Elena, no míos... Considero vulgar y peligroso el modo en el que se ha llegado a mentir para desvelar una identidad, violando la privacidad y las reglas... Solamente me gustaría, ahora que la curiosidad ha sido atendida, que me dejaran vivir (y escribir) en paz”.

Lo que la polémica nos deja, no obstante, no es solo el final del misterio, sino la necesidad de hacer una reflexión como sociedad sobre por qué justificamos la invasión en la vida ajena, y qué nos ha llevado a legitimar trabajos como el de Gatti. Por suerte para los lectores, los libros de Ferrante aún nos quedan.