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Elecciones lapidarias

Las elecciones en EE. UU. estuvieron lejos de lo que preveían encuestadores del Washington Post o del New York Times, usualmente acertados. Donald Trump empezó a ganar tan pronto como comenzó el escrutinio de los sufragios. Hacia medianoche su ventaja era ya definitoria al obtener la mayoría de los votos del Colegio Electoral. El voto latino en Texas y Florida fue crucial por la gran cantidad de electores de origen hispano. Este año 27,3 millones de esta minoría se habilitaron para sufragar. La comunidad hispana, con 55 de los 300 millones de ciudadanos estadounidenses, representa la primera minoría del electorado nacional. Cabe señalar que además de los candidatos Clinton y Trump, de los partidos demócrata y republicano, la justa electoral también incluyó a Gary Johnson, candidato libertario; Gil Stein, del Partido Verde; y al independiente Evan McMullin; ninguno destacó con su participación. El embajador de EE. UU. en Quito, Todd Chapman, dijo que para su país estas elecciones son históricas porque se va a escoger “por primera vez a una mujer o a un empresario privado sin experiencia en el manejo del Gobierno”. Lapidario respecto a Trump, quien deberá liderar la potencia hegemónica norteamericana, caracterizada por su tendencia a inmiscuirse, como el Gran Hermano, en todos los problemas del mundo, la mayor parte con resultados catastróficos. Ojalá Trump no recaiga en la abyecta tentación de los “juegos de guerra” a los que han sido adictos los mandatarios norteamericanos, más proclives a escuchar la sórdida voz del Pentágono que el clamor de las clases populares menos favorecidas de su país por la creación de mejores oportunidades para todos. Que EE. UU. y el mundo no tengan que sufrir de nuevo la gran decepción del Gobierno de Obama, para quien no tuvo el menor significado el Premio Nobel de la Paz -que para su escarnio le concediera la Academia Sueca al comienzo de su mandato-. El presidente Correa al referirse a la contienda electoral norteamericana en julio pasado, aunque mostrara su preferencia por Hillary, habría reconocido que “A la izquierda en América Latina le conviene que gane Trump”. Ojalá esos sean buenos indicios de su gobierno.

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