El egoismo politico

Por más que se pretenda tener capacidad de síntesis, (alguna adquirimos quienes hemos hecho comentarios en TV o accedemos a realizar entrevistas en ese medio) no es posible un libro de más de quinientas páginas en un espacio de 2.100 caracteres. Por eso solo hago pública la noticia de que el próximo dos de octubre tendré el agrado de presentar el libro que, con el título del presente cañonazo, ha escrito un respetado radiodifusor y dirigente del gremio, administrador de empresas y licenciado en comunicación social: Washington Delgado López. En efecto, merece que se conozca el aporte a la construcción de la vida democrática del Ecuador al que dicho libro contribuye, cuando desenmascara una de las razones mayores de nuestro inveterado subdesarrollo: la hegemonía política que le hemos otorgado al caudillo vanidoso, egocéntrico, autoritario y totalitario.

Recorriendo desde las nociones antiguas de democracia y las disquisiciones al respecto de Aristóteles y sus continuadores, llega hasta los pensadores contemporáneos, y sin especificar quiénes son “nuestros” culpables del atraso y la pobreza, la descripción de las situaciones los traen a la cabeza cuando señala que en “América Latina el egoísmo político se matiza con el populismo, nacionalismo y otros ismos, que hacia la izquierda y hacia la derecha, se convierten en caldo de cultivo para la corrupción y la ineficiencia administrativa del Estado, al apoderarse y perennizarse en el poder”.

El libro es también una invitación a los líderes virtuosos y a los ciudadanos que aún conservan algo de la antigua noción de decencia (que evitaba caer, precisamente, en comportamientos que podrían merecer el calificativo de indecentes), para que abandonen la permisividad, la indiferencia y el silencio en el combate a los caudillos corruptos que se han tomado la conducción del destino de la República en calidad de corporaciones para delinquir sin riesgos, a partir del montaje de una maquinaria para la impunidad en las cortes de justicia y en los organismos de control. Destaca al fin, la necesidad de crear centros de formación política en todos los ámbitos, de modo que las nociones básicas de esa imprescindible cultura eviten darle el voto al primer delincuente más o menos popular que aparezca.