Economía

Los micronegocios se afincan en respuesta al desempleo

El país cuenta con 3.6 millones de emprendimientos. Las iniciativas han subido 53% durante la pandemia. Superar los tres meses es el reto principal.

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El número de emprendimientos se ha disparados durante la emergencia en respuesta al desempleo y la baja de salarios.Cortesía

La necesidad es la madre de la creatividad dice la sabiduría popular, y en un país donde ya había 3.6 millones de emprendedores hasta antes de la emergencia sanitaria, la innovación se ha vuelto vital.

Según datos recientes de un estudio del 'Journal of entreprenurship in emerging economies', en los últimos cuatro meses, producto de la crisis generada por la pandemia, los emprendimientos en tres países de la región (Ecuador, Perú y Colombia) han subido en un 53%. Estos sin embargo, no son microempresas formales, sino iniciativas, comercializadas principalmente por redes sociales, que el catedrático de la Universidad Andida Simón Bolívar especializado en mipymes, Wilson Araque llama 'negocios de supervivencia'. “Estos emprendimientos surgen a raíz de la necesidad, del 'qué sé hacer', pero no cuentan con estudios de mercado o un plan a mediano plazo”, analiza.

El informe más reciente del Global Entreprenurship Monitor (realizado en el país por la Espae), indica que estos micronegocios tienen un promedio de supervivencia de tres meses. 

698.449 personas han perdido el empleo desde que empezó la pandemia indican datos recientes del INEC

Sin embargo, Valeria Córdova, economista y catedrática, es más optimista. “Si bien es cierto que, sin un análisis claro de sus fortaleza y debilidades, un alto porcentaje de estas iniciativas fracasan, se pueden afincar a través de la innovación y de los canales de promoción correctos”. Esta cree que sí es necesaria la intervención del Estado, en cuánto al apoyo con créditos y con la búsqueda de nuevos mercados.

Pero las cifras son solo eso, y detrás de estos emprendimientos hay historias humanas. EXPRESO les cuenta tres de ellas, de nuevos emprendedores en Quito y Guayaquil, que buscan subsitir en medio de las difíciles condiciones económica producto de la pandemia de coronavirus.

Redescubrir e innovar con los clásicos de la tía abuela

“Es la segunda vez que mi familia recurre a la cocina para sobrevivir”, reflexiona Alfonso Espinosa. Hasta febrero, el comunicador de 46 años laboraba en la Secretaría de Cultura del municipio de Quito. Tras el inicio de la pandemia, no pudo conseguir otro trabajo. Entonces él y su hermano decidieron abrir el recetario familiar. “Mi tía abuela, Rosa Stacey Cabeza de Vaca fue la primera mujer en graduarse como bachiller en el Ecuador. Venía de una familia de hacendados, pero cuando vino la época de la pobreza, se le ocurrió hacer dulces y bombones y venderlos por pedido”, narra.

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Alfonso Espinosa elabora mermeladas caseras, sin preservantes, con la marca Conservitas de la teja. 11 de agosto 2020 KARINA DEFAS Agencia (ag-expreso ag-extra ag-quito)Karina Defas

Alfonso decidió hacer mermeladas, estas también extraídas de la larga tradición familiar. Empezó con la de naranja, la más pedida y fue incorporando sabores. Guayaba, mora, frutilla, maracuyá, un confite de limón elaborado a punta de prueba y error e incluso preparaciones de sal como el Chutney de mango son parte del catálogo de 'Conservitas de la teja'.

¿Qué le depara el futuro al negocio? No lo sabe todavía. “No aspiro a convertirme en el rey de la mermelada, pero sí me gustaría que esto eventualmente se convierta en una pequeña industria”, subraya. No es optimista frente al futuro del mercado laboral. “En estas condiciones me he cuestionado mucho el gasto educativo. ¿De qué te sirve una maestría en Barcelona, por ejemplo, o hacer un doctorado, si no hay opciones laborales para nadie?”, preguntó. 

Juegos para descansar de la tecnología

El encierro producto de la cuarentena, llevó a Karen Ramos y a Diego Molina al borde de la desesperación. “Tenemos una niña de tres años, y no creíamos que era saludable que pasara todo el día frente al televisor”, dice ella. La tenacidad y el tiempo libre, producto de la jornada reducida y el teletrabajo a la que se enfrentaron esta funcionaria pública y este ingeniero en sistemas, dio vida a Prisma.

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Karen Ramos y Diego Molina elaboran tres juegos en madera para personas de todas las edades.Karina Defas

Hay tres variedades de juegos, que se vende por entre $ 9 y $12: Jenga, Jenga con números y Laberinto. “Creé los prototipos y luego encontré una carpintero quien los fabricara. Fue algo positivo, porque le dimos trabajo a otra persona que también lo necesitaba”, subraya Diego.

El costo de la materia prima era importante, pues explica Karen, quería que el valor fuera accesible. “Nosotros, como nadie, entendemos que esta no es una época en la que se puede invertir $ 40 en un juego de mesa. Queríamos que nuestros productos estuvieran al alcance de todos”.

A ellos se sumó Walter Romero, pariente de la pareja, que se encarga de la entrega a domicilio. Curiosamente, sus principales clientes son los adultos mayores,  duramente afectados por el encierro, un nicho inesperado. ¿Qué pasará a futuro con su emprendimiento? No lo saben, pero piensan seguir innovando. “Las ventas salen de a poco, y nos gustaría que se incrementen significativamente en diciembre. Queremos que Prisma continúe y que se vuelva popular”

Una receta familiar que dio un giro inesperado

Empezó como un regalo. Jose Luis Castagneto y Carolina Sánchez tomaron una antigua receta familiar de rompope, elaborado a base de whiskey y sin huevo, y la prepararon para sus amigos y parientes. Era la Navidad de 2018, y las buenas respuestas los llenaron de alegría. Nunca imaginaron que eventualmente esa bebida tradicional se convertiría en un emprendimiento.

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José Luis Castagneto y Carolina Sánchez lanzaron Whispope, que incluye su rompope y sangría.Amelia Andrade

Pero con la pandemia llegó el desempleo, y estos expertos en marketing tuvieron que idear qué hacer para llevar algo de dinero a casa. Entonces recordaron el 'whispope', nombre que dieron eventualmente a su producto, y se pusieron a trabajar.

“Ha sido muy difícil darse a conocer. Hemos tenido que aprender sobre la marcha, hacer cursos para mejorar nuestras preparaciones, para hacer las etiquetas y que el producto se vea bien”, reflexiona José Luis.

La idea de hacer sangría surgió durante la pandemia, y la fueron incorporando a su catálogo. Pese a las dificultades, quieren seguir expandiendo su marca. “Estamos comprometidos con nuestros productos”, señala Carolina. “Estamos trabajando duro para sacar el registro sanitario. Eventualmente queremos que se vendan en supermercados y, con suerte, exportarlo”.