Un doloroso indicador vigilante

A un investigador francés se le ocurrió, hace ya más de cuatro décadas, derivar del consumo de velas, de esas que se usan en las iglesias para invocar favores ante las estatuas de los santos, el estado de la religiosidad, asunto por de más difícil de evaluar de otra manera.

Un poderoso indicador vigilante del estado del consumo de drogas entre nuestros jóvenes podría obtenerse estableciendo cuántos de ellos están o han estado sometidos a programas de rehabilitación en centros clandestinos o no, públicos o privados, destinados a ese propósito.

Así nos acercaríamos a una dura realidad que, más allá de la legalidad de los establecimientos y la calidad de sus “tratamientos” que, por supuesto, debe vigilarse como es debido, nos daría una idea de la magnitud del problema social que, desde hace algún tiempo viene creciendo vertiginosamente sin que se establezcan las acciones requeridas para frenarlo y reducirlo.

Ahora, se sabe que el tema abarca cada vez áreas más grandes de nuestras ciudades y afecta a más jóvenes y hasta a niños, generando en las familias donde existen casos, graves situaciones en las que la impotencia es uno de los síntomas más angustiantes, llevando hasta el aberrante extremo de encadenar a los hijos consumidores de la “hache” u otras sustancias estupefacientes, tratando de impedir su acceso a ellas.

Pareciera que el Ecuador está requiriendo de sacudones fuertes, como el que acaba de ocurrir, donde tienen una trágica y lamentable muerte 18 compatriotas, para empezar a tomar conciencia de sus responsabilidades respecto al tema huérfano del tratamiento de las drogadicciones pero, sobre todo de su prevención. Al respecto, aunque se sabe que en algunos ministerios se están haciendo investigaciones concernientes a la incidencia de factores de larga data incriminados como favorecedores de esos consumos, tal cual la famosa tabla de porte de drogas, resta todavía una definición que permita establecer políticas más estables y definidas, orientadas a superar de la mejor manera una tragedia social con implicaciones múltiples, todas lamentables.