Poder destructivo de la inflacion

En diciembre estuve en Argentina y fue un recordatorio del poder devastador de la inflación elevada. Su índice actual es alrededor de 20 % anual (una reducción respecto del año pasado, cuando se estima que alcanzó el 40 %). El banco central hace esfuerzos para mantener la economía en una senda desinflacionaria, para llegar al 5 % de aquí a tres años. Hubo momentos en que la inflación fue mucho más alta. Entre 1975 y 1990, alcanzó la notable cifra de 300 %. En 1989 fue superior al 1.000 %, hasta que finalmente fue posible controlarla e incluso ser prácticamente eliminada. Pero el posterior derrumbe de la convertibilidad y la pesificación obligatoria de los contratos en dólares, a un factor de conversión distinto del tipo de cambio de mercado, provocaron que en 2003, la tasa anual subiera al 40 %. Después cayó a 10 % por algunos años, pero volvió a subir durante las presidencias de Néstor Kirchner y de su esposa y sucesora, Cristina Fernández de Kirchner, hasta un 25 %. Finalmente volvió a saltar al 40 % en 2016, impulsada por la eliminación de precios subsidiados distorsivos, que hasta entonces se venían usando para disfrazarla. La alta inflación reciente y el recuerdo público de índices mayores en el pasado han dañado seriamente la economía argentina. Como la inflación elevada provoca una subida compensatoria de los tipos de interés del mercado, el Gobierno está pagando un interés cercano al 25 % para endeudarse en pesos a corto plazo. Los inversores no están dispuestos a ofrecer crédito a largo plazo a tasa fija, porque una disparada de la inflación destruiría el valor de títulos de deuda y préstamos. Las familias y las empresas son renuentes a financiar inversiones a largo plazo con préstamos a corto plazo o a tasa variable, porque un incremento de la inflación provocaría un gran aumento de pago de intereses. El historial de inflación alta y variable en Argentina destruyó el mercado local de préstamos hipotecarios, de modo que es imposible para las familias comprar una casa por este medio. Las empresas también temen endeudarse, porque recuerdan cómo pasados aumentos de la inflación (y de los tipos de interés) dejaron en bancarrota empresas que si no fuera por eso eran viables. El Gobierno anterior trató de engañar a la población publicando estimaciones de inflación que en opinión de los expertos eran mucho menores al ritmo real de aumento de los precios. En los años en que el Gobierno permitió a los argentinos convertir pesos en dólares y sacarlos del país, los poseedores de riqueza financiera se llevaron su dinero para invertirlo en Estados Unidos. Como resultado de este egreso de fondos, la inversión en Argentina es escasa, lo que frena la productividad y el crecimiento. La formación bruta de capital en Argentina es apenas el 17 % del PIB, contra 23 % en Chile y México. La experiencia de Argentina deja dos enseñanzas fundamentales para otros países: que la estabilidad de precios es frágil y que la tasa de inflación puede aumentar en poco tiempo; y que las tasas de inflación altas persisten en la memoria de la gente y tienen efectos adversos duraderos. Alcanzar la estabilidad de precios es importante, pero igual de importante es mantenerla, mediante la adaptación continua de la política monetaria a una meta de inflación baja.

Project Syndicate