La destruccion o el amor

El título de este artículo es el mismo que usó el poeta español Vicente Aleixandre, Premio Nobel de Literatura 1977, para uno de sus poemas que, como era su costumbre, estaban escritos a través de versículos, es decir líneas largas que emparentaban por su extensión, más allá de las 14 sílabas alejandrinas, con los mensajes bíblicos.

No somos ni seremos los ecuatorianos los únicos en pasar por estos terribles problemas que producen los genocidios ocasionados por la naturaleza con sismos, tsunamis o inundaciones, y también a veces por los propios inventos del hombre, como ocurrió, por ejemplo, con las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima o Nagasaki o el desastre nuclear en Chernóbil que, precisamente, sucedió hace treinta años en Ucrania.

Pero el ser humano tiene una excepcional característica. Y es la de resurgir de sus cenizas como la mítica ave Fénix, al no dejarse vencer por las circunstancias, por muy adversas que sean, teniendo fe en sí mismo, con una “religiosidad materialista” que lo lleva a reconstruir lo destruido, a levantar lo caído, a rendir homenaje a sus queridos muertos, con prácticas afirmaciones a esa vida amenazada por la naturaleza o por la propia locura humana manifestada con guerras y holocaustos.

Surge, pues, para glosar nuevamente al poeta, el amor después de la destrucción. Y lo estamos viendo y palpando con la respuesta unánime de solidaridad que los ecuatorianos de toda la geografía nacional han dado a sus hermanos de las zonas devastadas por la fuerza del movimiento telúrico. Y también por esa otra solidaridad, la internacional, que incluso ha traído al país a tres presidentes de países amigos, que llegaron con las manos llenas de ayuda material y con esa voz que invita al optimismo entre el dolor más intenso y las ruinas en pueblos antes llenos de felicidad y trabajo.

El Gobierno ha implementado para la restauración de las provincias costaneras (sobre todo Manabí) un paquete de medidas tributarias y un aumento de dos puntos más al IVA, lo que ha sido impugnado no solo por la oposición sino también por sectores de damnificados. ¿Cuál debe ser, entonces, el camino a tomar para levantar los fondos que necesitamos para recuperarnos?

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