Despues de la eleccion del rector

En la reciente cumbre de mandatarios iberoamericanos escenificada en Cartagena-Colombia, se trató el tema de las juventudes y el desarrollo de sus capacidades y, precisamente, bajo el título de: Juventud, emprendimiento y educación, se entregó una declaración firmada por los veinte y dos países allí representados.

Abiertamente se plantea capacitar para crear una fuerza de trabajo altamente calificada, con capacidad de generar los nuevos conocimientos que, por la vía de la investigación, requieren los sectores empresariales y que es, además, contemporáneamente, la posibilidad de procurar empleo a las nuevas generaciones.

La inquietud que al respecto viene concitando un importante debate es si para ello la universidad debe abandonar sus roles tradicionales en cuanto a seguir siendo la sede de todas las razones, para convertirse únicamente en una “productora de productores”.

Dejando planteada la pregunta en momentos en que se propone eliminar la enseñanza de filosofía y ciencias sociales para enfatizar únicamente en las ingenierías, a contrapelo de quienes proponen, al contrario, robustecer las áreas humanísticas, cabe insistir en que de la respuesta que se otorgue a esta trascendente interrogación depende, en mucho, el futuro de los jóvenes.

Responder adecuadamente cobra especial relevancia en el Ecuador, cuando la desesperanza, reflejada en la creciente incidencia de los suicidios entre la población juvenil, podría constituirse en una salida que los evite, si la incertidumbre frente al futuro es una de las razones que los lleva a atentar contra su vida.

En el marco de la reciente elección de un nuevo rector para que conduzca a la Universidad de Guayaquil, cabe que entre las reflexiones que conviene hacer para garantizar una adecuada conducción de nuestra “alma mater”, se incluyan las vinculadas a pensar en los fines de la educación superior más allá de la sola condición de proveedora de profesionales con capacidades productivas pero chatos, si han perdido durante los años de su formación, la posibilidad de constituirse en los conductores de un porvenir que, vistos los resultados del presente, está clamando por una reforma universitaria que le devuelva a la educación superior una condición que haga honor a la designación de tal. El nuevo rector debería asumir el desafío.