Gran multitud asiste a la procesión del Cristo del Consuelo.

Descalzos, asi hacen camino los penitentes del Cristo

Procesiones. Los guayaquileños se tomaron ayer las calles de su ciudad para cumplir con la mayor de sus demostraciones. Miles de personas cubrieron extensas rutas con la cruz como emblema de fe.

Es una ola humana y en medio de esta, Freddy Valle Ríos. Tiene 35 años y hace 10 cumple quizá lo más osado que se le pudo haber ocurrido: hacer el camino de más de dos kilómetros de la procesión del Cristo del Consuelo, con los pies descalzos.

No importa si hace sol o si transita sobre el rastro aún caliente que dejan los miles de cirios encendidos que llevan los asistentes a la que se considera la mayor demostración de fe de los ecuatorianos. Lo de él es cumplir con la promesa que hizo cuando le tocó vivir la época más dura de su vida: estar desempleado durante un año tres meses. “Ya había nacido la primera de mis tres hijos y no tenía para alimentarla. Le prometí a Cristo que si me daba trabajo, el resto de mi vida cumpliría la procesión sin zapatos”.

Al poco tiempo, dice, lo llamaron de Fadesa. Desde entonces, cada quince días, le depositan su sueldo y él no ha dejado de cumplir su promesa, aunque para ello, deba tomar dos buses y salir de casa a las 05:00, desde la Sergio Toral 1, en Monte Sinaí. No viaja solo, lleva en sus brazos a la última de sus hijos, y a su esposa.

Ella no se atreve a caminar descalza. “Pobre de él, los pies terminan destrozados. Más cuando hace sol”, agrega Mildred Sánchez.

No es el único que paga con esta exhibición de fe algún favor (salud, trabajo...). Salpicados entre esa multitud, en una especie de alfombra de creyentes católicos que comienzan a juntarse desde las 06:00 en los alrededores de la iglesia Cristo del Consuelo, en la esquina de las calles Lizardo García y la A, hay personas como Claudia Villacís, quien caminaba descalza al igual que sus dos sobrinas Jenny y Estefanía. “Es una promesa que cumplimos todos los años. Esta vez, porque pido por mi hijo, que está aferrado al trago. Mi Cristo del Consuelo me lo cumplirá”, dijo esta habitante del cerro Santa Ana.

El empleo también motivó a John Gómez, un ingeniero comercial de 36 años. Lleva un año sin laborar y, con una pequeña en camino, decidió pedirle al Cristo una plaza de trabajo que le permita alimentar a su familia. “Ha sido muy difícil y el sueldo de mi esposa pronto no nos va a alcanzar, pero mi Dios es bueno. Yo confío en que, haciendo este sacrificio, mostrándole mi devoción, el Señor me cumplirá el milagro”, expresó. Y aunque el sacrificio fue más duro de lo que esperaba, y debía avanzar de a poco, deteniéndose cuando el dolor en las plantas de los pies se hacía insoportable, se armaba de valor para seguir.

Jenny de la A, en cambio, salió a agradecerle a Dios el haber salvado a su hijo. La mujer, residente del Suburbio, salió junto a sus otros tres vástagos, que la tomaban de los brazos para darle fuerzas en su propio viacrucis. “Mi niño sobrevivió a un disparo, y salió de la mala vida”, explicó vertiendo lágrimas. “No hay dolor peor que perder a un hijo, ni este. Dios es bueno y tengo que agradecerle”.

LA FRASE

Es una promesa que cumplimos todos los años. Esta vez pido por mi hijo, que está aferrado al trago.

EL DATO

Asistentes. Según el padre Ángel Villamizar, párroco del Cristo del Consuelo, cerca de 500.000 personas acuden anualmente a la procesión, creada hace 59 años.

Claudia Villacís

Peregrima de la procesión

Todos los pasos en una misma dirección

Una multitud. La procesión del Cristo del Consuelo es considerada la mayor demostración de fe del Ecuador.

En grupo. A veces es uno en la familia, pero también ocurre que varios parientes se unen para agradecer por la salud de un pariente.

Solidaridad

Regalar agua o jugo, en pago por favores cumplidos

Carlos Tipán Castro es un militar que cada Viernes Santo distribuye entre los peregrinos que caminan junto al Cristo del Consuelo hasta 1.000 bolsas de agua. “Es una promesa, por cuidar de mí y de mi familia”. Junto a su esposa, Sonia, quien lleva una barriga de siete meses, cumplían este ritual al pie del Puente de la A, por donde desde hace dos años, transita la imagen católica. La tradición también la conserva la familia Criollo-Aponte, que desde hace una semana adquirió cerca de mil gaseosas y jugos para repartir en funditas a los creyentes. “Es nuestra manera de agradecerle a Dios por su ayuda”, explicó Manuel Criollo, quien inició el hábito.

Tensión

El paso por el puente causó roces entre policías y fieles

Empujones, gritos y palabras tensas se registraron durante el paso de los peregrinos por el Puente de la A, en camino hacia el monumento del Cristo, en el Cisne II. Con el fin de facilitar el paso de la imagen por el estrecho viaducto, un carril de este se cerró a los peatones. Pese a ello, cientos de personas decidieron desobedecer la orden y cruzarse la baranda, con el fin de acercarse a la imagen. La situación debió ser controlada por agentes de la Policía Nacional, pero las tensiones con los peregrinos escalaron. Finalmente, tras el paso de la imagen, el carril se abrió a los transeúntes.

Tradición

Una familia que se echa al hombro una gran cruz

Los Cadena Rivera cumplen la procesión del Cristo del Consuelo, con una réplica de la famosa imagen del Suburbio. Esta, con menos tamaño, pero con un peso considerable. “Debe pesar unas 40 libras”, dice María Luisa, una médica, quien junto con su familia, hijos y hermanos, se turnan el traslado de la cruz. Ellos residen en El Carmen (Manabí), y viajan cada Jueves Santo, para realizar lo que consideran un acto de fe y agradecimiento que ya lleva 23 años.