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Desafio etico de los politicos

Ahora más que nunca se constata cuán necesaria es la presencia de los valores, la ética, la transparencia y la honestidad en el accionar de los políticos. Lo que sale a la luz -más y más corrupción- está conduciendo al país, a sus organizaciones y a sus líderes a la urgente necesidad de someterse, no al escrutinio de las elecciones y votantes, sino a una acción previa: rendir un público examen ético.

En efecto, parece que la conciencia social ciudadana ha sido desbordada -y cada día más- por bochornosos hechos de corrupción. Ante esto todos se plantean si lo que ahora se revela y se conoce, a diario, deja ver “cuánto se han quebrado la ética y los valores”. El país interroga a los políticos: ¿por qué tanta quiebra moral, descomposición y deshonestidad ha seguido administrando y dirigiendo sus instituciones desde las altas esferas y organismos del Estado?

Hoy aparece un nuevo escrutinio para los partidos, los políticos y dirigentes: es el que tiene que ver con la ética, la honestidad, la honradez, la transparencia, en todos y en cada uno de sus actos. En la historia del país ya se han dado otros momentos graves y críticos por la quiebra moral de los políticos sin decencia ni integridad. En ella constan los de Flores, con la falsificación de la moneda; los que realizó Veintimilla con los dineros de un banco privado de la ciudad de Guayaquil y los de algunos presidentes y encargados del poder, ministros y funcionarios gubernamentales del último medio siglo. Todos ellos quedan como “pequeños ejemplos” frente a lo que estamos conociendo día a día, y que se pretendía mantener oculto por medio de un activo y atosigante “Estado de propaganda” y de la difusión de consignas sobre “mentes lúcidas, corazones ardientes y manos limpias”.

Lo que se descubre y está bajo examen de la Contraloría se aleja de cualquier idea de sensatez. Por esto en la actualidad, lo fundamental para políticos, líderes y partidos, es enfrentar las demandas sociales. Tener el coraje de mostrarse ante la luz pública, sometiéndose a la interpelación ciudadana, respondiendo sobre sus actuaciones.

El país no les pide que sean “solo virtuosos”. Les exige, hoy más que nunca, que sean honestos y transparentes. Que sean capaces de asumir el desafío ético que les plantea un presente en el que la corrupción está destruyendo las instituciones democráticas.