No es delito

Cuando un gobierno aumenta los sueldos de los burócratas para que entre otras causas, algunos funcionarios aporten de sus ingresos al partido del Gobierno, y se afirma que no hay delito en la recaudación de los llamados diezmos, es señal de que Ecuador ha llegado al máximo de la falta de ética y moral.

La corrupción en todas sus manifestaciones se inició en la Colonia. Los propios reyes de España dieron el mal ejemplo cuando remataban los cargos de virreyes y presidentes de las Audiencias al mejor postor. Este pagaba hasta 400 % más del sueldo que recibía. Luego contrabandeando recuperaba el dinero. El contrabando se volvió un modo de vida. La Corona española limitó las exportaciones de cacao y los exportadores encontraron la forma de sacar el cacao por puertos clandestinos. Cuando Guayaquil se independizó, Gregorio Escobedo, primer jefe provisional de Gobierno, quiso quedarse con las propiedades de los españoles que vivían en Guayaquil. Hizo bien Olmedo al expulsarlo del país.

La corrupción es endémica en la región. La mayoría de los emisarios de Bolívar en Londres cometieron delitos al hacer mal uso de los préstamos conseguidos para financiar la Independencia. Bolívar ordenó al director de la Aduana de Guayaquil pagar a numerosas personas, sin ningún respaldo. Cuando los países se independizaron, los barcos de la marina de guerra se vendieron a precios irrisorios. El navío Libertador, de 74 cañones, costó 80.000 pesos, se vendió en 4.565 pesos. El bergantín Independencia, de 20 cañones, costó 18.000 pesos, se vendió en 2.661 pesos. La corbeta Bolívar, de 22 cañones, costó 154.519 pesos, se vendió en 5.454 pesos. Los intermediarios hicieron fortuna.

Juan José Flores se quedó con tierras agrícolas que tenían propietarios. Estos son ejemplos del siglo XIX. En el XX, la corrupción se mantuvo en ciertos sectores del Gobierno, pero a partir de 1980 se generalizó en todo el sector público. A medida que crecía la economía el monto de las coimas aumentaba. Para el siglo XXI Ecuador ha tenido la corrupción rampante patrocinada por seudosocialistas que vivieron como millonarios.