Deficit educacional de Oriente Medio

Casi 100 km al norte de la plaza Tahrir en El Cairo -epicentro del levantamiento egipcio de 2011- hay una escuela secundaria a la que los estudiantes llaman “la prisión”. Es una caja deformada de concreto, abarrotada de aulas desvencijadas, que muestra el paso del tiempo y la negligencia. Un maestro bromea morbosamente y dice que hace las veces de morgue. “Nunca vimos una revolución aquí”, dijo hace unos meses, sin revelar su nombre por miedo a perder su trabajo. “Mucha de la esperanza que teníamos, hoy está muerta... la aniquilaron”. La crisis de las escuelas públicas de Egipto es un indicador esencial de cómo la revolución ha decepcionado a su pueblo. Los observadores externos vieron la rebelión popular contra el régimen de Mubarak como una lucha para que la democracia se impusiera a la dictadura; los generales que nuevamente gobiernan Egipto la retratan como una lucha a favor del secularismo, de la que se apropió el islam radical. En verdad fue una revuelta a favor de la dignidad humana, por una vida mejor para los ciudadanos comunes. Pero sin educación, esa esperanza nació muerta, no solo en Egipto sino en todo Oriente Medio. Según NN. UU., los conflictos en curso en Oriente Medio y norte de África están dejando sin educación a más de 13 millones de niños. No solo en Siria y Yemen, países devastados por la guerra, los jóvenes son ignorados sistemáticamente; las deficiencias abundan en países relativamente estables como Egipto y Jordania. La educación inadecuada va de la mano de la crisis de desempleo de la región. Según la OIT, Oriente Medio tenía las tasas de desempleo entre jóvenes más altas del mundo en 2014: un 46 % de mujeres y un 24 % de hombres no tenían trabajo. La combinación tóxica de educación deficiente y alto desempleo entre la juventud deja a millones pululando en un purgatorio que la profesora Diane Singerman, de la American University, llama “período de espera”: una adolescencia prolongada hasta que puedan solventar el matrimonio, la puerta institucional y cultural de la región al reconocimiento social. Desafortunadamente, los gobiernos y las instituciones internacionales consideran que la educación y el desempleo son asuntos vinculados al desarrollo, no cuestiones políticas o de seguridad. EE. UU. le da a Egipto US$ 1.300 millones en ayuda militar anualmente pero apenas 250 son para proyectos y programas civiles. En el último informe sobre competitividad global del Foro Económico Mundial, Egipto ocupaba el puesto 139 entre 140 países por la calidad de su educación primaria. De hecho, las clases particulares se han convertido en el sistema educativo de facto de Egipto. Algunos maestros admiten extraoficialmente que enseñan lo mínimo en clase para poder sacarle dinero a los mismos estudiantes en clases privadas. Por eso los gobiernos europeos y norteamericano que tiene un interés vital en la estabilidad y prosperidad de los países en todo Oriente Medio y norte de África, podrían crear y respaldar consorcios de inversores privados. Sin embargo, las iniciativas individuales no son suficientes. Los esfuerzos tienen que ser sistemáticos e institucionalizados. La educación de la juventud de Oriente Medio debe considerarse una cuestión estratégica, con la misma atención de la política exterior global que la lucha contra grupos extremistas. La región debe estar armada con lapiceras, no solo espadas.

Project Syndicate