Debemos aprender de Namibia
Namibia sufrió muchísimo durante la larga lucha contra el apartheid. Desde que logró su independencia de Sudáfrica en 1990, este país de 2,4 millones de personas ha logrado enormes avances, especialmente en el último par de años. Una razón de gran peso para el éxito ha sido el enfoque del Gobierno en la educación. En Namibia la enseñanza primaria pública es gratuita y a partir del año escolar en curso, la educación pública secundaria también lo es. Del mismo modo, los esfuerzos de erradicación de la malaria han reducido los casos anuales en 97 %, en aproximadamente una década. En cuanto a desigualdad, su coeficiente de Gini (medida estándar de la desigualdad en la distribución del ingreso) se ha reducido en alrededor de 15 puntos desde 1993 (aunque tenía uno de los niveles más altos de desigualdad en el mundo). Y la tasa de pobreza se redujo a la mitad, del 69 % en 1993 a menos del 30 %; además, la pobreza extrema (número de personas que viven con menos de $1,90 al día) disminuyó en un nivel similar, desde algo menos de 53 % a menos del 23 %, y tiene la calificación más alta de África según Reporteros sin Fronteras en cuanto a libertad de prensa -muy por delante de EE. UU. y otras economías ricas. También cuenta con calificaciones favorables en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) que prepara Transparencia Internacional. A pesar de que los precios de las materias primas han estado cayendo, Namibia ha logrado mantener un fuerte crecimiento del PIB - un 4,5 % en 2015, y crecimiento promedio de casi 4,2 % desde 1991 hasta 2014. Su ratio deuda-PIB es de casi un 25 %, menos de un tercio del ratio de deuda de Europa o EE.UU. Por supuesto, Namibia también tiene problemas. Su tasa de desempleo es obstinadamente elevada: casi 28 % y enfrenta a un alto nivel de VIH/SIDA -casi 17 % de la población es seropositiva. Por otra parte, es un país árido y de gran extensión, con una población pequeña, e incluye comunidades aisladas en el desierto, de cazadores-recolectores nómadas, que deben integrarse en la sociedad moderna sin perder identidad.
Un punto a destacar es que en Namibia las facciones políticas rivales de la época de la lucha por la libertad del país se han unido para trabajar por el bien común. Asimismo, el país proporciona atención médica de bajo costo para sus ciudadanos y para los de sus vecinos, y trabaja con ellos para compartir los escasos recursos hídricos, cooperar con los esfuerzos regionales de salud, fomentar la inversión y realizar intercambios de estudiantes. Además, el Gobierno de Namibia ha entendido que los recursos naturales abundantes pueden convertirse en una maldición, enriqueciendo a unos pocos a expensas de muchos. Las autoridades saben que a menos que la riqueza natural de Namibia se invierta en infraestructura y en la capacidad productiva de su población, el agotamiento de los recursos dejaría al país más pobre. Con esfuerzo, ha logrado diversificar la economía, con el turismo encabezando la lista. Cada año, más de un millón de turistas extranjeros visitan el país, uno de los lugares más bellos del mundo, y su población cultiva el medioambiente y protege a sus animales.
Namibia muestra que incluso los países que comienzan con serias desventajas –situaciones extremas de racismo, colonialismo, desigualdad y subdesarrollo – pueden trazar un camino hacia la prosperidad compartida. Sus logros merecen reconocimiento internacional y ser emulados.
Project Syndicate