Debate sobre debatir el islam

El argumento comenzó cuando el novelista y periodista argelino Kamel Daoud escribió un artículo para el periódico italiano La Repubblica sobre una ola de ataques sexuales en Colonia, Alemania, en la víspera de Año Nuevo de 2015. Estos ataques fueron perpetrados por grupos de inmigrantes del norte de África y Oriente Medio. Daoud ofreció una explicación del hecho diciendo que muchos musulmanes de la región sufren una privación sexual extrema que, según escribió, genera una “relación insalubre con las mujeres, su cuerpo y el deseo”. Lo hizo sin imaginar la reacción que recibió su artículo, especialmente en Francia, donde fue reproducido por Le Monde. Después de hacer frente a críticas que lo acusaban de islamofobia, Daoud anunció que abandonaría su trabajo periodístico y que se dedicaría a escribir novelas. Pero aislar al islam de toda crítica no solo acalla a autores como Daoud; pone fin de manera irresponsable a una discusión muy necesaria. Según la visión islamista, la liberación de las mujeres occidentales no es una expresión de libertad sino una señal de la decadencia moral de Occidente. Daoud concluye: “El islam es una furia contra el deseo. Y ese deseo está destinado a estallar de tanto en tanto en territorio occidental, donde la libertad está tan desnuda”. Los críticos de Daoud sobrepasaron los límites de la discusión legítima de ideas al acusarlo de “trivializar” la crítica racista y disfrazarla de “pensamiento humanista”. En verdad, cuestionaron su derecho a aspirar a un cambio tan necesario en la manera en que el mundo musulmán trata a las mujeres y a un reexamen de sus tabúes sexuales. El episodio creó tanta conmoción en Francia que varios autores -así como muchos blogueros franco-argelinos- salieron en defensa de Daoud, criticando los ataques en su contra por parte de salafistas y académicos decididos a amedrentarlo hasta el silencio.

Tristemente, los esfuerzos de Daoud son apenas un ejemplo de cómo la indagación intelectual legítima se degenera hasta convertirse en una disputa política sobre si es aceptable o no criticar al islam. Esto tiene implicancias peligrosas para el libre pensamiento, así como para el futuro del propio islam. Hoy es frecuente que los analistas políticos distorsionen sus argumentos para evitar ser acusados de islamofóbicos. Como consecuencia, en lugar de examinar el papel sistémico que desempeña el islam en la radicalización, por ejemplo, describen a los radicales como si, de alguna manera, hubieran caído caprichosamente en el islam. Aunque solo sea por el bien del libre pensamiento, es hora de dejar de catalogar de racista a cualquiera que se atreva a discutir la religión de manera crítica. Hasta que no lo hagamos, un debate honesto sobre el islam en Europa será imposible.

Project Syndicate