Danos y robos antiguayaquilenos

Todos reconocen que Guayaquil en las dos últimas décadas ha tenido un importante proceso de transformación y desarrollo urbanos, diseñado y dirigido por el gobierno local. Pero aunque la regeneración produjo valiosos cambios, todavía hay sectores ciudadanos que no van en la ruta y el ritmo de ellos.

De hecho, Guayaquil tiene un déficit de ciudadanía que debe resolver colectivamente y con prontitud. Y no es porque el gobierno local, medios de comunicación, instituciones educativas, artísticas y culturales, etc. no contribuyan para que la colectividad cambie. Pero si este es un problema referido a la condición, situación y calidad de la ciudadanía hay otro más grave: tiene que ver con quienes atentan contra el mejoramiento ornamental y desarrollo de la urbe.

En los últimos tiempos la delincuencia no solo daña su ornato sino que también inutiliza algunos de sus bienes públicos. Son los casos de aquellos “ciudadanos”, mejor dicho malos moradores, que destruyen alumbrado, postes, baldosas, fuentes, columpios, juegos infantiles, etc.

Pocas son las ciudadelas que habiendo recibido sus parques importantes transformaciones, al poco tiempo los diferentes utensilios que se ponen en ellos para que sus moradores hagan gimnasia, deporte y los niños jueguen no hayan sido destruidos y hasta sustraídos. Es como si hubiera una curiosa actitud delincuencial que va a contra corriente (por destructiva) de lo que la ciudad quiere, demanda y busca proyectar.

Llama la atención que en algunos parques recientemente regenerados, la delincuencia y malos ciudadanos se hayan robado algunos de los enseres de funcionamiento. En otros, “se llevan hasta el cobre de los parques”. Y esto no termina ahí. Va más allá. Incluso las rejas de los cerramientos las doblan, liman, ensucian y hasta las destruyen. El problema no es el tener que repararlas y reemplazarlas sino cómo y qué hace el conjunto de la ciudadanía para ser vigilante de los espacios públicos. Solo de esta manera contribuye a su cuidado, protección y defensa.

Por eso no caben disgustos ciudadanos porque en algunos parques hay horarios de visitas y porque en otros las varillas de sus verjas son elevadas.

Es preciso que la ciudadanía aprenda a proteger el ornato, a no descuidarlo. Incluso que denuncie a quienes ensucian, maltratan, destruyen y roban los bienes públicos.