De crisis economica a

La próxima crisis económica está más cerca de lo que se piensa. Pero lo que debería en verdad preocupar es lo que viene después: en el paisaje social, político y tecnológico actual, una crisis económica prolongada, combinada con una creciente desigualdad económica, podría escalar y convertirse en un importante conflicto militar global. La crisis financiera global de 2008-2009 casi quebró a gobiernos y causó un colapso sistémico. Los responsables de las políticas lograron rescatar a la economía global utilizando un enorme estímulo monetario que incluyó alivio cuantitativo y tasas de interés de casi cero (o negativas). Pero el estímulo monetario no hace nada para curar la enfermedad. Tratar a una economía enferma requiere reformas estructurales que puedan cubrir todo, desde mercados financieros y laborales hasta sistemas tributarios, patrones de fertilidad y políticas educativas. Los responsables de las políticas han fracaso por completo en implementar este tipo de reformas, a pesar de que habían prometido hacerlo y se han mantenido preocupados por la política. Los precios de la vivienda hoy son 8 % más altos que en el pico de la burbuja inmobiliaria en 2006, según el sitio de propiedades Zillow. El ratio precio-beneficio (CAPE), que mide si los precios del mercado bursátil están dentro de un rango razonable, hoy es más alto que en 2008 y al inicio de la Gran Depresión en 1929. La Segunda Guerra Mundial, al igual que la Primera, fue causada por una multitud de factores, pero existen motivos para creer que los altos niveles de desigualdad pueden jugar un papel importante a la hora de atizar el conflicto. Según una investigación del economista Thomas Piketty, un alza en la desigualdad de ingresos muchas veces es seguida por una gran crisis. Esta desigualdad luego cae por un tiempo, antes de volver a subir, hasta un nuevo pico y un nuevo desastre. Si bien la causalidad todavía no ha sido comprobada por la cantidad limitada de datos, esta correlación no debería tomarse a la ligera, especialmente cuando la desigualdad de riqueza e ingresos está en niveles históricamente altos. Esto es todavía más preocupante por los muchos otros factores que avivan el malestar social y la tensión diplomática, incluida la disrupción tecnológica, crisis migratoria sin precedentes, ansiedad por la globalización, polarización política y un creciente nacionalismo. Todos son síntomas de políticas fallidas que podrían resultar puntos de ruptura para una crisis futura. Los votantes tienen buenos motivos para sentirse frustrados, pero los populistas emocionalmente atractivos a quienes les están dando cada vez más apoyo ofrecen soluciones desacertadas que solo agravarán las cosas. Cada vez se evita más el multilateralismo, mientras que las guerras por poder están causando estragos en Siria y Yemen. En este contexto debemos tomar en serio la posibilidad de que la próxima crisis económica pudiera llevar a una confrontación militar de gran escala; considerar un escenario de estas características podría ayudarnos a evitarlo, porque nos obligaría a tomar medidas. La clave será que los responsables de las políticas implementen las reformas que han prometido desde hace mucho tiempo, reemplazando a la vez el dedo acusador y el antagonismo por un diálogo global sensato y respetuoso.