Amaneció la semana tras un eterno corte de agua de 50 horas en la vía a la Costa, una de las zonas de mayor plusvalía urbanística de Guayaquil, que no solo incomodó la rutina alimentaria e higiénica de sus residentes sino que se transformó en visible hastío crónico por las deficiencias recurrentes en la prestación del servicio básico que, para ser justos, además se paga mensualmente fluya o no el líquido por las llaves de las viviendas. Como reacción de las autoridades: lo de siempre. Un llamado de atención a la entidad responsable, Interagua, un anuncio de investigación y más promesas de hacer obras para que la próxima vez -porque habrá más cortes- el impacto pueda ser cercado a tramos puntuales.

La resaca del fin de semana duró varios días con el debate sobre lo entretenido de haber cerrado al tráfico la avenida Nueve de Octubre de Guayaquil para instalar una feria que atrajo tantos ciudadanos como desechos en el suelo -clara muestra de las lecciones de civismo que no terminan de calar-, frente a dos cuestionamientos: los cortes de tránsito en calles aledañas y la desnaturalización de lo que en realidad significaría peatonalizar una arteria principal.

La economía, en contraste, encontró el respiro que venía requiriendo desde hace semanas. La Asamblea aprobó las reformas tributarias que, entre otras cosas, harán más caro el uso de plataformas digitales como Netflix, Uber y Spotify. Y el FMI dio su beneplácito a las dos revisiones técnicas pendientes desde septiembre, abriendo la puerta a la inminente llegada de lo 500 millones de dólares para cuadrar el cierre de año.

El Gobierno introdujo una opción más en la quiniela electoral de 2021 al anunciar -sin nombre ni rostro definido aún- que habrá un candidato oficialista. ¿Llevará la bandera de Alianza PAIS con propuestas liberales o cambiará de siglas? La respuesta sigue en el aire mientras resuenan nombres como el del vicepresidente, Otto Sonnenholzner, o el de la ministra de Gobierno, María Paula Romo. ¿Puede haber una tercera opción? Nadie en el oficialismo ha soltado prenda.

Por enésima vez, la recolección de firmas para convertir los deseos ciudadanos en decisiones volvió a mostrarse como una ciencia inexacta. La recopilación de rúbricas que avalaban un futuro referéndum para eliminar el muy cuestionado Consejo de Participación Ciudadana experimentó un importante mordisco en el número que, por el momento, hace inviable la propuesta. El descrédito al proceso de recolección y los filtros de aprobación resucitó sospechas y, a la par, ideas para poder garantizar más pulcritud, como la de acompañar la firma con datos biométricos.