Correismo: la ceguera del fanatico

En la práctica de la política, se entiende que la meta es servir a la ciudadanía que elige a alguien o a algunos para cargos públicos.

Los intereses de los ciudadanos deben estar por encima de cualquier ideología, o de cualquier cálculo, o de la ambición de poder de alguien.

Cuando se privilegia una ideología y se anteponen las directrices de alguien que cree que hacer oposición a todo es defender un pensamiento y mostrar firmeza al respecto, y hace que se imponga o la ideología o los intereses políticos de alguien o de un grupo, estamos frente a una clara manifestación de una verdadera ceguera provocada por el fanatismo. Esto es lo que acabamos de constatar con la actitud de nueve concejales de Quito, recién electos, que en alarde de una fidelidad extrema a una persona se niegan a participar de una reunión donde se planteaba buscar resolver uno de los problemas más apremiantes que está enfrentando la capital: la inseguridad.

El pueblo no ha elegido a sus concejales para que se sienten en el Concejo a defender a Correa ni a gritar vivas al SSXXI. Los eligió para que resuelvan los problemas de Quito, pero es evidente que el grupo de nueve concejales correístas no lo entienden y publican un manifiesto lleno de consignas ideológicas para justificar su no asistencia. Los fanáticos o dogmáticos, de ningún tipo o tendencia, deben ser elegidos para ocupar cargos públicos. La característica de que lo importante es imponer un solo pensamiento ya se practicó en nuestro país durante una década y ya vemos los resultados: corrupción, obras con fallas y sobreprecios evidentes. Quito merece otra suerte, la del equilibrio, del razonamiento, la del consenso, la de obras y acciones que beneficien a la ciudad. Ojalá que nuestro pueblo, en general el de Ecuador, aprendiera las lecciones: las ideologías son buenas como lineamientos, son malas como absolutismos.

Ing. José Jalil H.