El concierto de las PPP
Según una antigua parábola, una vez en una competencia entre dos pianistas, tras escuchar al primero, el jurado otorgó el premio al segundo. No había que escuchar más, ya que ¿quién podría ser peor? La misma lógica parece aplicarse a las alianzas público-privadas (PPP). Es esencial escuchar a los dos concursantes y evaluar sus fortalezas y debilidades. El primero es la provisión pública, que enfrenta dos problemas: uno de incentivos (o de corrupción), pues la empresa que gana la licitación puede escatimar esfuerzos porque se quedará con lo que ahorre (o lo compartirá con los funcionarios gubernamentales que supervisen el contrato). El otro, presupuestario, se deriva de que hay un límite a la cantidad de deuda que un gobierno puede contraer de modo seguro, pues para repagar la deuda tendrá que establecer impuestos futuros y muchos proyectos valiosos serán postergados. Entra el segundo pianista. Si escatima esfuerzos en construir la carretera, tendrá que hacerse cargo de mayores costos de mantenimiento, lo cual supuestamente lo inclinará a hacerlo con buena calidad, y tendrá un incentivo para manejar la operación de manera eficiente, pues se quedará con lo que ahorre. Como el peaje financiará el proyecto, este no estará sujeto a restricciones fiscales. Parecería que el ganador es el segundo pianista pero los problemas se presentan en el curso del proyecto. La mayoría de países en desarrollo gastan muy poco en preparar buenos proyectos. Cuando el sector privado hace la preinversión, transformar esas ideas en proyectos financiables suele ser difícil, al involucrar numerosas decisiones o acciones del sector público que no son fáciles de coordinar. Supongamos que se aprueba un proyecto vial para una carretera con peaje. Las empresas participantes necesitan planear para dos fases: ingeniería, procura y construcción (EPC), y otra más larga de operación, cuando se recaudan ingresos provenientes de peaje y se recuperan los gastos incurridos y los beneficios previstos. Hay numerosas incertidumbres, sobre todo en la EPC por sus riesgos, y los mercados de capital exigen que su financiamiento provenga más de capital que de deuda, y esperan tasa interna de retorno de 18 % o más. Terminada la construcción, la ruta entra en operación y los menores riesgos y los flujos más estables de ingreso permiten financiación con mayor porcentaje de deuda y la participación de inversores que esperan rendimientos del 5 al 7 %; los inversores iniciales retiran su dinero. En general, los planes no se pueden poner en práctica sin que el gobierno otorgue garantías contra riesgos geológicos o de tráfico y la negociación de estos acuerdos suele añadir cuatro años al proyecto, antes de efectuar cualquier trabajo físico. Aquí los funcionarios gubernamentales tienen abundantes oportunidades para incurrir en actos ilícitos. Entonces: en realidad no desaparecen los problemas de incentivos ni presupuestarios que supuestamente elimina el segundo pianista; los proyectos financiados con fondos privados se vuelven significativamente más caros por el mayor costo del capital, y finalizarlos lleva mucho más tiempo. Además no se elimina la necesidad de contar con un Estado competente y honrado. Para financiar otros proyectos, el gobierno debe incurrir en fuertes gastos de preinversión e infraestructura pública. Su recuperación implicaría participar en el proyecto o coinvertir con el sector privado a través de algún vehículo de financiación que también gestione el proyecto en su nombre. El gobierno de Albania, con ayuda del Centro de Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, planea crear el vehículo de inversión necesario