Colapso de Venezuela: sin precedentes

El 16 de julio la Asamblea Nacional de Venezuela -con mayoría de oposición- celebró un plebiscito para rechazar el llamado del presidente Nicolás Maduro a formar una Asamblea Nacional Constituyente. Más de 720.000 venezolanos votaron en el exterior. En la elección presidencial de 2013, solamente 62.311. El sábado 22 de julio se reabrió la frontera con Colombia. En un solo día, 35.000 venezolanos cruzaron para adquirir alimentos y medicinas. Los venezolanos quieren escapar. En todo el mundo los medios de comunicación han estado informando sobre Venezuela, documentando situaciones verdaderamente terribles, con imágenes de hambre, desesperación e ira. El indicador que más se usa para comparar recesiones es el PIB. Según el FMI, en 2017 el PIB de Venezuela está 35 % por debajo de los niveles de 2013, o en un 40 % en términos per cápita, contracción significativamente más aguda que la de la Gran Depresión de 1929-1933 en EE. UU. -se calcula que su PIB per cápita cayó el 28 %- y levemente más alta que el declive de Rusia (1990-1994), Cuba (1989-1993) y Albania (1989-1993). La catástrofe económica de Venezuela eclipsa cualquier otra de la historia de EE. UU., Europa Occidental, o el resto de América Latina. No obstante, las cifras mencionadas subestiman en extremo la magnitud del colapso. El PIB per cápita cayó el 40 % y el declive del ingreso nacional, incluyendo el efecto baja del precio del crudo, es del 51 %. Los países mitigan estas caídas de precios de exportación ahorrando dinero en tiempos de vacas gordas para luego utilizarlo o pedirlo prestado en tiempos de vacas flacas, de modo que el declive de las importaciones no sea tan grande como el del las exportaciones. Pero Venezuela no pudo hacer esto porque había aprovechado el auge del petróleo para sextuplicar su deuda externa. El despilfarro dejó pocos activos que se pudieran liquidar y los mercados no estuvieron dispuestos a otorgar créditos a un prestatario con tal exceso de deuda. El Gobierno decidió recortar importaciones para permanecer al día en el servicio de su deuda externa, lo que sorprendió al mercado, que esperaba una reestructuración. Las importaciones de bienes y servicios per cápita cayeron 75 % en términos reales entre 2012 y 2016 y aún más en 2017. Esto creó escasez de materias primas e insumos intermedios. El colapso de la agricultura y manufactura fue todavía peor que el del PIB total, y los bienes de consumo de producción local cayeron en casi US$1.000 per cápita en los últimos 4 años. Los ingresos fiscales no petroleros se desplomaron 70 % en términos reales. Y con la aceleración de la inflación los pasivos monetarios del sistema bancario cayeron 79 % (a precios constantes). El nivel de vida también colapsó. El sueldo mínimo pasó de US$295 a US$36 al mes. La pobreza aumentó del 48 % en 2014 al 82 % en 2016; la mortalidad de pacientes internados se multiplicó por diez y la de recién nacidos en hospitales, por cien. No obstante, el Gobierno de Maduro repetidamente ha rechazado ofertas de asistencia humanitaria. Por su abierto ataque a la libertad y la democracia, la OEA y la UE han emitido informes muy duros, y EE. UU. anunció nuevas sanciones. Abordar la extraordinaria catástrofe económica de Venezuela causada por el Gobierno va a requerir el apoyo concertado de la comunidad internacional.