Aulas. Estudiantes durante su ceremonia de graduación, el pasado 23 de junio en Shanghái, en la Fudan University, una de las más antiguas y con mayor prestigio de China.

El chino prodigo retorna a casa por sueldo millonario

Los estudiantes de doctorado han recibido ofertas difíciles de rechazar: sueldos astronómicos, desgravaciones fiscales y ayuda para la vivienda o educación de sus hijos.

En quince años, el porcentaje de estudiantes en el extranjero retornados a China ha pasado del 15 % al 80 %. Se trata de un incremento sin precedentes detrás del cual hay razones como el rápido desarrollo de la economía o simplemente la imposibilidad de que los jóvenes se queden en el país de destino por las nuevas políticas de inmigración.

Pero es también el resultado de una estrategia orquestada por las instancias más altas del Partido Comunista: unidades especializadas en muchos de los ministerios que manejan presupuestos realmente ingentes para que el mejor talento vuelva a casa.

Desde los años noventa del siglo pasado, China ha iniciado varios programas para revertir la fuga de cerebros. El crecimiento económico y la estabilidad política favorecieron el proceso, pero las políticas del Gobierno y la competencia entre provincias para quedarse con el talento de más alto nivel han sido también factores decisivos para impulsar este retorno. En 2016, según datos del Ministerio de Educación, se fueron a estudiar fuera de territorio chino 544.500 personas, y en el mismo año regresaron al país 432.500.

Uno de los proyectos más conocidos es el “Plan de mil talentos”, puesto en marcha en 2008 con el objetivo de identificar y lograr el regreso de destacados académicos y profesionales. “Hay que apoyar que la gente vaya a estudiar fuera, pero aún más si cabe su retorno a China”, dijo en 2013 el presidente Xi Jinping al respecto. En este programa participan el Departamento de Organización del Partido Comunista de China (el organismo que nombra a los altos cargos de la formación), seis ministerios (Educación, Recursos Humanos, Ciencia y Tecnología, Industria y Tecnologías de la Información, Asuntos Exteriores y Seguridad Pública), la comisión que regula las mayores empresas estatales del país y hasta el Banco Central.

Este periódico se puso en contacto con varios de estos organismos para saber con qué recursos cuentan y los métodos que usan para traer de vuelta a estos estudiantes de más alto perfil, pero rechazaron hacer declaraciones. Tampoco desde la Asociación de Académicos Retornados de Occidente -muchos de cuyos miembros se han beneficiado del programa- han querido hablar sobre estos incentivos.

Sin embargo, varios estudiantes chinos de doctorado en las mejores universidades del mundo -que pidieron no ser identificados- admiten haber recibido ofertas de empresas estatales, universidades o hasta gobiernos municipales difíciles de rechazar: sueldos astronómicos, permiso de residencia en cualquiera de las principales ciudades del país, desgravaciones fiscales o ayudas para la vivienda y para la escolarización de los hijos, son algunos de los anzuelos lanzados. “Me ofrecieron hasta un trabajo para mi mujer”, asegura un ingeniero chino que acaba de terminar un doctorado en una de las mejores universidades de Reino Unido. Algunos de ellos han decidido volver a casa, pero no solamente por las condiciones: “obviamente hay claras desventajas como la contaminación o la falta de libertad en según qué áreas; pero en mi campo, la física cuántica, no hay color: la mejor investigación está aquí”, asegura otro recién doctorado de una prestigiosa universidad de Estados Unidos que vive ahora en Pekín.

Por su parte, Yang (quien elige identificarse solo por su apellido) trabaja desde hace varios años mano a mano con los oficiales de la provincia de Jiangsu para favorecer el retorno del talento chino a su región. “Organicé viajes a España, Italia, Rusia, Suecia, Finlandia, Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda. Muchos estudiantes y académicos chinos en el extranjero no saben de estas políticas y es bueno darlas a conocer con la celebración de eventos allí donde estén”, asegura. La delegación invita después a los interesados a Nanjing (capital de la provincia) a conocer instalaciones como incubadoras de startups o distritos de negocios recién levantados. Yang presume de que este programa ha logrado el retorno de 120 personas, 70 de las cuales han fundado empresas.

Las asociaciones de estudiantes chinos en las universidades extranjeras son el principal canal de acceso del Gobierno hasta el talento emigrado, según explican Yang y los alumnos contactados. Pero no todos piensan en la posibilidad de sucumbir a la tentación: otra estudiante en Estados Unidos, doctorada en Economía, asegura haber recibido ofertas constantes de universidades chinas o empresas tecnológicas a través de estos grupos. “Algunos de mis amigos han regresado o planean hacerlo tras unos años de experiencia en Estados Unidos. Me llegan muchos correos electrónicos de reclutamiento desde China, pero en mi caso me siento más integrada y más cómoda viviendo en la sociedad occidental”, explica.

El acceso a la universidad no es igual para todos

Nueve millones cuatrocientos mil estudiantes se presentaron este año, en junio pasado, al temido ‘gaokao’, el examen de acceso a la universidad en China. Las pruebas mantienen en vilo a miles de familias que confían en que una buena nota garantizará el futuro de sus vástagos, muchos de ellos hijos únicos. Una de las pocas ocasiones en China, dicen, en las que todos pasan por el mismo tamiz sin importar si son descendientes de líderes del Partido Comunista, ricos o pobres. Una fiesta de la meritocracia que premia la constancia y el esfuerzo ante el llamado ‘guanxi’, los tejemanejes de nepotismo urdidos a través de contactos e influencias.

Muchos de los estudiantes han estudiado el equivalente al bachillerato en una escuela secundaria asociada precisamente a la Universidad donde quiere entrar. Unas instalaciones envidiables, profesores chinos y extranjeros, 38 alumnos por aula y un historial de centenares de jóvenes que han logrado plaza en las mejores universidades del país, especialmente en la de Pekín, conocida como Beida.

Pero en China, parte de la financiación de los centros educativos depende de los resultados de los alumnos en el ‘gaokao’. Los que sobresalen reciben más dinero, con lo cual pueden contratar a mejores profesores, pagarles más y renovar las instalaciones. Este modelo crea un círculo vicioso que aumenta la desigualdad entre las zonas rurales y urbanas, por lo que en la práctica las calificaciones de los estudiantes en la prueba están altamente ligadas al lugar de donde proceden. “El ‘gaokao’ en sí es un sistema justo, el problema es que la brecha socioeconómica de la sociedad china está aumentando. Lo que se necesita no es tanto cambiar el examen, sino establecer otros criterios a la hora de repartir el dinero que va a los centros”, asegura Bie Dunrong, subdirector del Instituto de Educación de la Universidad de Xiamen.