
Casa Trivino, testigo del barrio Las Penas
Armando Triviño, uno de sus habitantes, narra el cambio del sector, cuna de la ciudad. Él vive en una de las 32 viviendas patrimoniales de la calle Numa Pompilio Llona.
Cuando Albino Triviño Moreira pensó en mudarse al lugar donde nació Guayaquil, la producción de cacao de su hacienda en Balzar estaba en uno de sus mejores momentos. Alguien que le debía dinero le ofreció la vivienda al pie del río en este lado de la provincia a cambio de la deuda.
Albino tuvo tres varones y cinco mujeres. Algunos de sus hijos ya estudiaban en Guayaquil. Era el modo en que se movía la economía del país. Los hijos de los cacaoteros se preparaban en la ciudad y ellos hacían surgir el negocio en el campo.
Un par de cañones que 300 años antes habían servido para combatir contra los piratas era el emblema del barrio Las Peñas entonces. Los cacaoteros lo consideraban un lugar privilegiado. Las ventajas de su ubicación hacían más fácil comercializar y movilizar sus productos durante las primeras décadas del siglo pasado, cuando a la ciudad sí le importaba la actividad de su afluente.
La Numa Pompilio Llona, calle empedrada que conecta las escalinatas del cerro con el Puerto Santa Ana, se levantó en esa época como una zona privilegiada de la urbe, allí fueron a parar las mejores y más poderosas familias. La vivienda de Albino Triviño entra a la lista y se mantiene en ella, junto con otras 32 casas patrimoniales, hasta este 2019.
Hoy, ese lugar acoge una galería-café y es el hogar del presidente del Comité de Propietarios Moradores del Barrio Las Peñas, Armando Triviño, nieto de Albino, quien en una mirada retrospectiva admite que de aquel lugar de su infancia no queda nada. Sobre todo en las fiestas de julio y de octubre.
Los festejos de fundación o de independencia parecen las fiestas de Yaguachi. Hay fogones con choclo y chuzo, puestos de variedades y bueno, se conservan las exposiciones de arte, como antaño, pero el espíritu cambió.
La Numa Pompilio Llona ya no es cultural, sentencia el presidente. “En los sesenta, venían los pintores de renombre, y sin ningún interés, a mostrar sus obras. Había músicos conocidos. Era un ambiente, una tertulia. Se adornaba el barrio con palmas... Ahora hasta alquilan la vereda, no hay orden, no hay nada”, describe.
De días de antaño recuerda que la vecindad era muy unida. “Todos se conocían, conversaban en los portales. Una vecina preparaba colada... Era un ambiente muy familiar”, recuerda.
Era la parte más norte de Guayaquil, que por esa época apenas se extendía hasta el sector de Los Astilleros, en donde ahora se inicia el sur de la urbe.
Pero también había cosas feas en el barrio. “Tenía un problema grave: la cervecería. Sus camiones entraban y salían y era un caos. Y en lluvias, bajaba la tierra del cerro Santa Ana y llenaba todo de lodo”.
Con la regeneración urbana, la vida en la Numa Pompilio dio un giro trascendental, pero ya para entonces se había ido la mayoría de familias. Con la aparición de Urdesa, a finales de los sesenta, los ricos se mudaron a esa zona y dejaron las casas de Las Peñas alquiladas o vacías. Hoy algunas casas son galerías, otras bares y otras, simplemente, se mantienen cerradas al público o se alquilan en épocas de fiesta.
Los últimos años, la afluencia de turista ha superado los dos millones de visitas, lo que es visto con buenos ojos por el presidente del comité, pero el desorden que ocasionan los autos y el poco control de la guardianía incomodan a los residentes, observa.
Una de las pocas familias que se mantienen en el sector es precisamente la de Triviño. Vive su mamá arriba y su esposa e hijas abajo, donde atienden la galería en la que se exhiben cuadros de diferentes autores y hay servicio de café.
Son Republicanas, no coloniales
Las Casas Patrimoniales del barrio Las Peñas, el primero de Guayaquil, datan de la década de 1920, pues las primeras construcciones hechas en el tiempo de la Colonia se quemaron en el incendio del 5 y 6 de octubre de 1896, en que desapareció la mitad de la ciudad. Reconstruidas nuevamente, seis años después, volvieron a sufrir otro gran flagelo, el del 16 de Julio de 1902, por lo que hubo que volver a edificar las casas, que esta vez eran de madera y quincha, con cubiertas de zinc. Allí vivieron presidentes de la República, artistas, literatos, músicos, hacendados, industriales y personajes de la cultura. Es el sector donde nació la ciudad.