Caravana migratoria

Una caravana multitudinaria de migrantes hondureños atraviesa el territorio mexicano rumbo a EE. UU. Con paso inexorable huyen de la pobreza y falta de oportunidades en su país de origen, sin que de nada sirvan, ni puedan servir, las advertencias hechas por el presidente Donald Trump a los gobiernos de los países centroamericanos, especialmente a Guatemala, El Salvador y Haití, además de Honduras, para que detengan a estos migrantes y se organicen al interior de sus propios territorios so pena de serles cortada o suspendida la ayuda económica que les presta. Pero cuando lo que origina estas migraciones es la pobreza sin horizonte, la falta de oportunidades para sobrevivir de manera modestamente digna, el derecho humano de movilizarse en busca de una situación mejor para sí mismos y especialmente para su descendencia, pasa a ser prioritario, aun con el riesgo inminente de ser deportados del país de sus sueños o esperanzas, porque en su casi totalidad son migrantes “ilegales”, sin trámites ni papeles que los respalden. Han optado por engrosar las “caravanas migratorias” porque se sienten más seguros y protegidos haciéndolo colectivamente que aislados, con el riesgo inminente de ser asaltados o asesinados por delincuentes a lo largo de su ruta. 521.190 personas han sido arrestadas por llegar a EE. UU. en forma irregular este año, 25 % más que en 2017, aunque una alta proporción sea de familiares de quienes residen ya en el país del norte, según datos del gobierno de Trump. Este, racista y prepotente, como son familias de migrantes con menores, planea frenar el flujo migratorio en su frontera sur separándolos de sus familiares adultos, reviviendo la política de “tolerancia cero” que puso en marcha al comienzo de su administración, según denunció The Washington Post, y que implicó el extrañamiento de 2.500 niños que fueron llevados a albergues ubicados en diversos estados del país, resultando después un complicado problema la reunificación familiar. Trump sabe que el “sueño americano” es una realidad que tendrá que conjugarse abriendo puertas, no cerrándolas. No por nada pende en el aire la advertencia rítmica que Nicolás Guillén hizo en su poema: “de un negro hambriento yo no respondo”.