Durante la campaña que EXPRESO organizó a favor de Roberto Ortega, Larrea se encontró con su viejo amigo. El Loco lleva diez años sobreviviendo en el terreno donde un día estuvo su casa y que hoy es un basurero.

De la cancha a un basurero

La ayuda de los vecinos le permite conseguir algo de alimento, pero requiere de atención permanente.

Sumergido en basura, entre plásticos, paredes de madera agrietada y placas metálicas, vive Carlos ‘Loco’ Larrea, un exfutbolista de Emelec que ahora luce desolado, con un rostro marcado por las arrugas, testigos del paso de sus 89 duros años. Un deportista que hizo historia en la década del 60 y que ahora en cambio sufre en su ‘vivienda’ de Cristóbal Colón y la 11, en Guayaquil.

EXPRESO visitó de nuevo a Garrinchita, como hace una década, cuando se conoció su drama tres años después de que derribasen su hogar. Desde entonces, nada mejoró. Todo lo contrario. La basura creció, desperdigada tanto dentro como fuera de sus cuatro paredes. Su ropa está desgastada y su querida gorra del Bombillo, machacada.

Vive rodeado de cosas que recoge en la calle, “en la miseria”, como él mismo describe: “No hay que ocultar lo que se ve, ya ni siquiera nadie me visita”.

Larrea, ingeniero industrial y quien militó en Emelec, pasa el rato escribiendo poesías de fútbol. Es el único momento en el que viaja, sale de su “miseria” y disfruta imaginándose otra vida... recordando aquellos años en los que sudaba la camiseta eléctrica.

Tiene un dolor en el alma, a pesar del buen humor que maneja. A ratos se quiebra, las lágrimas invaden su cara, pero en segundos se da fuerza. “Ya me puse a llorar, no lo puedo hacer. Tengo que ser fuerte, la tengo que pelear, aunque esté solo. Lo voy a hacer. Nada de llorar”, se repite a sí mismo.

“Mi verdad no la puedo ocultar, vivo rodeado de la nada, porque en realidad es solo basura”, reconoce segundos después, una vez controlado el llanto. No exagera. Esa soledad rodeada de residuos lo está matando. No hay más que caminar por los alrededores, donde un estrecho caminito une su vivienda con la calle. Ratones, botellas y varios agujeros a cada paso, entre un olor fuerte por los desechos y por el baño improvisado que colocó a pocos metros.

Hace años, un gobernador del Guayas le dio la mano, le mandó a limpiar todo el solar, pero nunca más lo visitaron, según cuenta. Al recordarlo, mencionó al actual, José Francisco Cevallos: “Antes de entrar al cargo me dijo que me iba a atender. Luego fui a verlo dos o tres veces, pero me decían que estaba ocupado y me cansé de ir”, confiesa.

Garrinchita, quien esconde varias sorpresas, como su conocimiento del inglés y el italiano, tiene muchas ideas para resurgir. Solo necesita una oportunidad, reclama a cada rato. Por ello, le gustaría poder estar cara a cara con algún directivo de Emelec: “Me encanta entrenar a los chicos y podría estar al frente de alguna escuela de fútbol del equipo de toda mi vida”.