Una selfie tomada a las pocas semanas de que el presidente Moreno asuma el poder mostraba la unidad y la confianza de un grupo que hoy, por contradicción, sufre la división y la desconfianza entre sí.

El camino sinuoso de ocho meses

Enredos propios y la herencia del correato marcan parte del actual Gobierno. Regresar la calma al país, su gran aporte

Su capital político al llegar: el apoyo firme del entonces presidente Rafael Correa y de su movimiento, Alianza PAIS. Su capital político actual, a un día de cumplir ocho meses en el poder: el respaldo condicionado de la oposición y el mostrarse cada vez más lejos de Correa, lo más lejos posible.

El mandato de Lenín Moreno ha transitado por un camino sinuoso en el que confluyen los problemas heredados del correísmo -que le prometió dejar la mesa servida- el destape de las denuncias de corrupción encabezadas por el caso Odebrecht y los errores propios que condicionan su capacidad de maniobrar en política económica, sobre todo.

Por ahora, la principal estrategia de Moreno ha sido marcar distancias con su predecesor, a puertas de un examen en las urnas que marcará el rumbo de un Gobierno cuya característica más destacada ha sido buscar la reconciliación del país.

La mancha de Odebrecht y Glas

Los casos de corrupción, con el caso Odebrecht a la cabeza, llevaron al presidente Lenín Moreno a tomar distancia de su vicepresidente, Jorge Glas, hoy sentenciado a 6 años de prisión. Contrario a su antecesor, Rafael Correa, que blindó a Glas de toda denuncia posible, Moreno dejó en libertad a la justicia para que actúe y enfrente la mancha de Odebrecht, que ha ensuciado, además, a varios funcionarios de la década pasada.

Una herencia como lastre

Una incomprensible dualidad opaca las opiniones del presidente Moreno, que cuestiona algunas acciones de la década pasada, pero mantiene a su lado a muchos de esos que trabajaron para el Gobierno anterior. Algunos de los más cuestionados ya salieron, como Richard Espinosa (exdirector del IESS) y Guillaume Long, representante ante las Naciones Unidas; pero otros siguen ahí, entre esos María Fernanda Espinosa (canciller), Miguel Carvajal (ministro de Defensa) y el más criticado de todos, el ministro de Finanzas, Carlos de la Torre.

La mesa no quedó servida

Todo quedaba bien económicamente, la mesa está servida para hacer de este un país viable. Así le dijo Rafael Correa a Lenín Moreno antes de dejar el poder; pero al mandatario le bastaron unas pocas semanas para descubrir la realidad. “No hay tal mesa servida, esa es la pura y neta verdad (...) este momento estoy dudando muy seriamente de que me dejó la cosa así precisamente para que yo fracase y poder constituirse en el opositor principal del Gobierno”, fueron las palabras de Moreno para precisar que la situación económica del país era “muy difícil”. Tanto, que esto lo obligó a tomar algunos ajustes tributarios y a endeudarse más.

300 millones no tan ociosos

La necesidad de recursos para poder solventar necesidades estatales llevó al Ministerio de Finanzas a utilizar 300 millones de dólares que estaban destinados a la reconstrucción de Manabí y Esmeraldas tras el terremoto de 2016. Eran recursos de la Ley de Solidaridad y estaban destinados exclusivamente a atender las necesidades en las zonas afectadas por el sismo. El justificativo que dio el ministro de Finanzas, Carlos de la Torre, indignó al país: él aseguró que se usaron esos 300 millones de dólares, porque no puede tener “recursos ociosos”.

Un Diálogo que acerca, pero que no conforma

Del país del enfrentamiento y la división, al país del diálogo y el acercamiento. Esa ha sido una de las marcas que ha distinguido al Gobierno de Moreno en estos ocho meses de su gestión. Se abrió las puertas a todos, empresarios y sectores sociales diversos, antes ausentes de toda discusión en la esfera estatal. Sin embargo, un audio filtrado del exsecretario de la Presidencia, Eduardo Mangas, puso en entredicho estos diálogos y su efectividad en la toma de decisiones del régimen. Desde el sector empresarial se pide, además, aterrizar esos diálogos a las acciones.

La política exterior con muchos enredos

La situación de Julian Assange, el hacker a quien Ecuador mantiene asilado en su Embajada en Reino Unido desde 2012, puso de cabeza la política exterior del país. Más allá de otorgarle la nacionalidad ecuatoriana, sorprendió el intento de otorgarle una representación diplomática, lo que Reino Unido rechazó. La canciller María Fernanda Espinosa, enredada en sus explicaciones, calificó a la situación de Assange como “insostenible”.

El ‘pais’ que se resquebrajó

Dos facciones, una gran división. Morenistas y correístas. El movimiento dominante en la política nacional en estos últimos 10 años y que llevó al poder a Lenín Moreno, Alianza PAIS, ya no es más el mismo. El expresidente Rafael Correa, uno de los creadores de este movimiento, lo perdió y ahora busca conformar otra agrupación, convirtiéndose, como él mismo lo ha señalado, en el mayor opositor de este régimen. Esto también afecta la gobernabilidad en la Asamblea, con una bancada dividida igual entre correístas y morenistas.

Las preventas que atan

Diario EXPRESO lo denunció el año pasado: Ecuador comprometió su crudo con China y Tailandia por dos vías: créditos y preventas, y lo peor, con unas exageradas garantías que ahora se consideran lesivas para el Estado. Otra herencia del Gobierno de Correa. Las condiciones que se dieron en esta negociación atan al país en temas como el transporte de crudo, por el cual el país perdió, hasta julio del año pasado, 87 millones de dólares. El 40 % de la producción petrolera del país está comprometido en la preventa y ahora se negocia con los prestatarios para reajustar esos contratos y evitar más afectaciones.