Azuay. Un grupo de turistas participa de la caminata por una de las nuevas rutas del parque nacional El Cajas.

El Cajas abre mas rutas a sus atractivos

Tiritando de frío, pero con la alegría de haber recordado su niñez, Yomy Becerra, de 29 años, festejó la pesca de una trucha de dos libras. Era en la hacienda hostería Dos Chorreras, a 3.450 metros de altura por la vía a El Cajas. “Vengo por primera vez desde Naranjal y me emocionó ser parte de la pesca deportiva, uno de los atractivos de este bello paraje”, expresó Yomy.

Aseguró que esto le hizo recordar su infancia en su natal cantón de Guayas, cuando iba con amigos a pescar a los ríos. “Ahí era difícil capturar un pescado, pero hoy con mucha facilidad y en menos de cuatro minutos, pude coger mi primera trucha”, contó la joven, mientras sobre una mesa intentaba medir el largo del pescado.

Estaba junto con su esposo, Dennis Albuja, y otro acompañante, al filo de un lago y en medio de una temperatura de unos 9 grados centígrados.

La llovizna era leve pero persistente, característico de esta zona, y junto al sonido del viento se conjugaba con el agua de las cascadas al caer al lago.

Fue con ocasión de la apertura de una nueva ruta que suma puntos de visitas en turismo de aventura, denominado ‘Expreso Cajas’. Todo dentro de la gran belleza natural del paraje de algo más de 28.000 hectáreas, con fauna y flora primaria, y unas 235 lagunas naturales, situado al oeste de Cuenca.

Los atractivos son innumerables. En la parte más alta, sector Tres Cruces, a 4.200 metros sobre el nivel del mar, el frío es más intenso, entre 5 y 6 grados centígrados, y a veces llega por debajo de los cero grados, lo que obliga a abrigarse más.

En ese punto, las machaleñas Cinthia Espinoza, y su hija, Estela Parra, visitaban por primera vez el paraje y tras un ligero recorrido admirando la flora, decidieron retirarse. “Tenemos mucho frío, no trajimos ropa más abrigada y no soportamos esta temperatura”, señalaron las jóvenes costeñas.

Al sitio iban llegando más turistas, nacionales y extranjeros, que luego de un descanso de cinco minutos, iniciaron una caminata por Huagrahuma hacia la laguna Luspa.

La experiencia se tornaba inolvidable: la llovizna persistía y a cada paso por los senderos naturales y sorteando tramos difíciles (entre lodo y agua), descubrían bellas y singulares flores, con colores que les hacían olvidarse del mundo exterior, según dijo Paola Rojas.

Tras pasar un puente rudimentario de madera, y a tres minutos de caminata, se admira un paisaje de montañas, riachuelos, pajonal y arbustos.

Es un lugar ideal para el contacto con la naturaleza, educación ambiental, turismo e investigación. Al caminar entre sus lagunas se admiran curiquingues, gaviotas andinas y otras aves del páramo, explicó el guía Juan Pacheco.