Busquemos norte

En este tiempo que nos ha correspondido vivir, a ratos admirados, a ratos incrédulos, a ratos desconsolados, vemos cómo, por tanto insistir en los derechos y el consentimiento de los niños, padres y educadores hemos llegado a perder brújula.

En efecto, hoy cuando solo la pura mala educación se convierte en síndrome o trastorno, cuando la fuga de jóvenes de un colegio se la pasa como “cosas de chicos”, cuando el irrespeto o el maltrato a un compañero solo son “travesuras” -siempre y cuando no sea con mi hijo-, vale la pena que repensemos posiciones.

El niño, el adolescente, por supuesto que debe ser bien atendido y en el mejor de los sentidos, bien servido, pero esto jamás implica patente de corso para que normas estructuradas que deben regir el manejo de una familia, de una clase, de una institución educativa, se vulneren, se desatiendan o menosprecien. Y una vez más debemos recordar que las decisiones en este sentido están en los padres y desde los padres; son ellos los que siempre han de tener el “sartén por el mango”.

Es cierto que en ocasiones parecería que hemos llenado de patologías a la infancia y que circunstancias que antes se manejaron con una mirada severa, con un llamado de atención y hasta con una nalgada, hoy son solo ocasión de desbordes, de desconciertos entre padres que no saben, que no atinan, cómo reaccionar.

Sin duda, los psicólogos son necesarios para atender, corregir y trabajar con problemas del comportamiento, pero no son sustitutos de los padres. Hay cosas que ciertamente solo estos deben manejar y que atendidas en su momento y en su dimensión, no degenerarían en conflictos severos ni se desbordarían en circunstancias incontrolables.

Los padres son los primeros educadores y eso implica ser formadores, ser constructores del carácter, estimuladores de la voluntad y por supuesto, constructores de esa nueva personalidad que en sus manos se forma, que reciben y transmiten del pasado familiar las culturas, las tradiciones y que se preparan para enfrentar adecuadamente los retos de la vida.

Padres templen a sus hijos.