Por las buenas, o por las malas

Los estudiosos de Credit Suisse produjeron su análisis respecto de la economía ecuatoriana y llegaron a la conclusión de que con Lasso la cura será rápida y dolorosa, y con Moreno lenta, y más dolorosa. Mi opinión es más radical: con Lasso puede darse una solución; pero con Moreno no hay solución.

La dolarización persiste, no porque un candidato la considere el régimen monetario correcto, o porque el otro la mire como un mal necesario y ofrezca como respuesta una moneda regional, opción que ni siquiera califica de sueño de perro. Los suizos argumentan que existe por parte de Lasso la comprensión de que para cambiar el rumbo hay que hacer ajustes. Respecto de los candidatos de Gobierno sabemos, porque nos lo han dicho, que “vienen por más” y más significa no solución, pues “la economía está de maravilla”.

Quienes crearon el problema no son los llamados a solucionarlo. En una presidencia de Moreno, además de los chistes y cachos de salón, habrá propuestas de más impuestos, más endeudamiento, más gasto, más abuso y concentración del poder; toda la corrupción quedará enterrada pues no habrá posibilidad de fiscalización alguna.

Es la visión de Venezuela. La descomposición de la economía hará que la dolarización, que demanda idoneidad fiscal, se derrumbe y se entre, ahí sí, en pánico financiero, corralitos, control de divisas, cambios múltiples, inflación inducida, demagogia sin límites, persecución a los contrarios con las cárceles llenas de presos políticos, y rompimiento de cualquier traza de pacto social que sustenta a la nación.

¿Qué hay que corregir? En lo económico la discusión se enfoca en la brecha de $13.000 millones entre ingresos y egresos. El gasto de consumo, que abarca el 80 % del gasto total, no puede seguir siendo del orden de los $27.000 millones anuales. La planilla burocrática del sector público consolidado, que hoy se aproxima a los $11.000 millones es insostenible. El programa de inversiones públicas debe ser reevaluado cuestionando severamente la existencia de proyectos como la refinería del Pacífico, Yachay, la inversión petrolera en Yasuní, y fiscalizando la obra pública de pacotilla, como resultan ser muchas de las carreteras que se caen en pedazos. Hay activos que hace tiempo debieron salir de la órbita estatal, como lo son la corporación de telecomunicaciones, las eléctricas (donde se ha vuelto al modelo obsoleto y superado de Inecel), la aerolínea, los canales de televisión y las estaciones de radio. No hay duda, finalmente, que ridiculeces como el Buen Vivir, los traslapos ministeriales y coordinadores, y los ejércitos de guardaespaldas, consultores y patios enteros de vehículos sean suprimidos o liquidados.

Las opciones existentes son ¡o por las buenas, o por las malas! O regresamos al mundo civilizado y nos unimos al grupo de países que salen adelante; o seguimos presas del oscurantismo castro-chavista, predicadores de doctrinas antinaturales y practicantes de credos de violencia y atropello. Son, en otras palabras, divergencias mucho más marcadas y dramáticas que las expuestas por los analistas europeos; ellos presentan un análisis insulso, mientras uno se juega la vida y la de los suyos para poder vivir en paz.

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