Buena renegociacion del crudo

Dentro de las frecuentes rachas de malas noticias, derivadas muchas de ellas de la corrupción espeluznante que azotó al Ecuador, es sano destacar las escasas informaciones altamente positivas. Una de ellas, de gran valor y recientemente conocida, es la derivada del proceso de renegociación de las preventas de petróleo a varios países asiáticos y de la región, que incrementan las arcas fiscales en 561 millones de dólares. El ministro de Hidrocarburos, Carlos Pérez, que ha dirigido tal renegociación, merece el reconocimiento nacional y sin duda, tiene méritos que le permiten estar entre los mejor evaluados del gabinete de Lenín Moreno, en este su primer año de gobierno. Su trabajo ha sido profesional y honrado.

Por otra parte, en función del incremento del precio del crudo se han recibido cerca de 1.000 millones de dólares adicionales en relación al valor presupuestado para el presente año, que estaba en 41,92 dólares y ahora alcanza cerca de 72 dólares. No se puede predecir si ese precio se va a mantener y dependerá, en mucho, de la decisión de la OPEP, que el mes de junio decidirá si mantiene o no las actuales restricciones en la producción de crudo que han propiciado el incremento de su precio.

En cualquier caso, bueno fuese que ese actual excedente en los ingresos petroleros sirva para disminuir la carga de la deuda externa del país y ojalá también para volver a crear un fondo que permita enfrentar los períodos, con toda seguridad en algún momento presentes, en que el precio del crudo fluctúe hacia abajo. Amplia experiencia tiene el Ecuador en cuanto a la impredecible volatilidad de los precios de los recursos no renovables.

Venga como venga el futuro, resulta edificante que el ministro Pérez tenga muy claro que el negocio del Estado no es vender cocinas, refiriéndose a las de inducción que auspiciaba el anterior gobierno, sino educar en las ventajas que hacerlo puede tener, en ánimo de desestimular el consumo de gas. Mientras tanto, queda claro que la voluntad de torcer el hábito de los consumidores pretendiendo imponer una manera oficial de hacerlo solo generó distorsiones en el mercado de cocinas que, con políticas titubeantes, perjudicó a los importadores, a los que montaron industrias para fabricarlas y a los ciudadanos que realizaron gastos inútiles.