Bosnia: la justicia tarda, pero llega
El 24 de marzo, el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) sentenció a Radovan Karadzic (líder político de los serbobosnios durante la guerra de los noventa en los Balcanes) a 40 años de prisión por genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra. La sentencia influirá profundamente en el derecho internacional, disuadirá a otros de cometer atrocidades similares y abrirá la posibilidad de una reconciliación política en Bosnia. Los líderes que infringen las normas del derecho (como los de Siria, Sudán, Sudán del Sur, Rusia y Estado Islámico) acaban de recibir un recordatorio de que no pueden escapar a la justicia internacional. Las opiniones incendiarias de Karadzic (que una vez dijo que los musulmanes no podían convivir con otros) todavía resuenan en oscuros rincones de una Europa atemorizada, con dificultades para acoger a cientos de miles de refugiados musulmanes y en las campañas presidenciales nativistas de Donald Trump y Ted Cruz en Estados Unidos.
En 1996 siendo asesor legal de Madeleine Albright, entonces embajadora de EE. UU. ante las Naciones Unidas, en el Consejo de Seguridad Nacional de EE. UU. insistimos en el arresto de Karadzic junto con el general serbobosnio Ratko Mladic. Pero ambos hombres eludieron la captura por años, en parte porque muchos funcionarios de la OTAN y de EE. UU. no estaban todavía preparados para aceptar los riesgos que implicaba atraparlos. Tanta prudencia resultó un error, ya que permitió a ambos influir en la política bosnia y desafiar descaradamente al Estado de derecho por años. Tras sus arrestos en Serbia hace menos de una década, los juicios que se les siguieron revelaron pruebas de actos de crueldad que no se veían en Europa desde la II Guerra Mundial.
Los crímenes de Karadzic fueron uno de los principales motivos por los que el entonces presidente Bill Clinton creó el puesto de enviado especial de los EE. UU. para cuestiones relacionadas con crímenes de guerra, y por los que el Senado estadounidense aprobó mi designación para ocuparlo durante el segundo mandato de Clinton. Karadzic se dio a la fuga cuando el tribunal lo encausó. Sarajevo, la capital, sufrió tres años de ataques de francotiradores, bombardeos y hambrunas provocadas, que causaron la muerte de miles de musulmanes bosnios. Las vacilaciones de Occidente permitieron a Karadzic mantener sitiada a la ciudad y buscar el exterminio de sus habitantes. El tribunal lo condenó por “difundir el terror”, crimen de guerra a gran escala, y por el asesinato de civiles en Sarajevo ( básicamente lo calificó de terrorista). La ruda táctica que empleó Karadzic en mayo de 1995, de capturar a miembros de las fuerzas de paz de la ONU como rehenes para intimidar a la OTAN le valió otra condena por crímenes de guerra. Con el veredicto, tal vez pueda por fin comenzar un reacercamiento entre musulmanes y serbios.
La lección que los políticos de Europa, EE. UU. y otras partes deben extraer del juicio es que si buscan sacar rédito electoral atacando a los musulmanes, están jugando con fuego.
Project Syndicate