Actualidad

El BID y yo (2)

Luego de esa experiencia en Fundación Huancavilca, el presidente Noboa, generosamente me invitó a ser parte de su gabinete en el Ministerio del Ambiente.

Para entender qué encontré cuando llegue allí hay que recordar la historia de este nuevo ministerio, creado en el gobierno de Abdalá Bucaram, que puso al escritor Jaime Galarza, el de El festín del petróleo, como primer ministro y quien tuvo que armar, como juego de Lego a la Comisión Asesora Ambiental, (CAAM) adscrita a la presidencia, al área de Control de la Contaminación, que venía del Ministerio de Vivienda y al Instituto Ecuatoriano de Forestación y Áreas Naturales (Inefan), que llegaba del Ministerio de Agricultura. Tres culturas diferentes, tres visiones del país, una sola nueva institución.

Las instrucciones del presidente Noboa eran claras: vamos a mantener la dolarización, vamos a pacificar el país y vamos a construir el oleoducto de crudos pesados (OCP), que es el que ha mantenido la dolarización. Estas metas del presidente se cruzaban con las mías, fortalecer al ministerio, crear la normativa ambiental secundaria, que dio paso al Texto Unificado de Legislación y descentralizar la gestión ambiental.

Las puertas del BID estuvieron abiertas. Mi maravilloso equipo de trabajo presentó un programa de reforma institucional que permitió que el MAE por fin tenga una estrategia única, misión y visión compartida. El nuevo ministerio pudo contar con procedimientos claros. El área más débil, que era el área de control de la calidad ambiental se fortaleció y se pudo crear el Sistema Nacional de Licenciamiento Ambiental y dar la licencia ambiental para la construcción del oleoducto de crudos pesados y de todo el resto de actividades productivas, como el sector palmicultor, el primero en aceptar la nueva regulación.

El BID siguió apoyando la gestión verde del Ecuador con un programa de gestión ambiental costera, la tercerización del control forestal y un programa de ordenamiento en las islas Galápagos.

Se avecinan reformas fiscales, tributarias, políticas y laborales. ¡Qué bueno que el BID sigue a nuestro lado!