La batalla de las ideas

Ninguna institución tiene un carácter tan contradictorio entre nosotros como las ideas. Por un lado, se afirma paladinamente y con aires de cierta superioridad moral, que estas mueven al mundo; por otro lado, se señala que es inconcebible, que una persona ilustrada carezca de ellas. Cámbiese ideas por valores y se tendrá una comprensión actualizada del asunto. Sin embargo, inmediatamente, esa misma persona u otras de su misma posición, afirmarán que: “una cosa es en la teoría y otra, en la práctica”. Y lo que es peor, si lo remata con el principio relativista de que cada uno tiene sus propias ideas.

Algunas de las preguntas claves, al analizar la situación de América Latina en estos años son: ¿Cómo llegaron al poder los gobiernos del socialismo del Siglo XXI? ¿Cómo consiguieron tanta aceptación de sectores moderados, pese a sus proyectos de transgresión del orden establecido? La respuesta es que lo lograron gracias a su valoración estratégica de las ideas y de la cultura para persuadir a la gente y movilizarla a su favor.

Frente a esta estrategia, el pensamiento de quienes defienden el orden establecido sufre de “una fatal ignorancia”, o de “anorexia cultural” como las califica Axel Kaiser. Las ideas de enfrentamiento social de los populismos, se volvieron parte de la opinión pública, de las maneras de sentir y de hablar de la gente. Desde el esperpéntico saludo, letanía interminable para saludar a las personas según su sexo, hasta los trágicos dislates del comandante Chávez, dignos de una película de Mario Moreno “Cantinflas” con sus implicaciones funestas para Venezuela, nos preguntamos: ¿Qué pasó que se perdió el sentido común y la dimensión de lo ridículo? ¿Cómo pudo crecer tanto la necesidad de pertenecer a una tribu?

“...Las ideas, mitos y prejuicios son capaces de aniquilar el mercado si no existen instituciones capaces de canalizarlas adecuadamente”. Por ello, confiar que simplemente “los hechos” hablan, entiéndase el consumo y el discurso tecnocrático, para convencer a los ciudadanos, es una ingenuidad peligrosa.

Hay que retomar a las ideas, si es que se quiere impedir que los populismos destrocen la relación entre las personas.