Hace 10 años el Municipio adoquinó el estrecho callejón.

El barrio que cabe en una tira

Corren otros tiempos en aquel barrio. Lo dicen algunos de los vecinos. La época en la que era considerada una zona roja quedó atrás.

Corren otros tiempos en aquel barrio. Lo dicen algunos de los vecinos. La época en la que era considerada una zona roja quedó atrás. No es que sea un lugar donde se pueda caminar tranquilo a determinadas horas. ¿En qué lugar de la ciudad es así de posible? Aún por las noches llegan desconocidos que se toman el paso. Pero hoy es otra cosa. Antes era de temer. Por algo en algún momento se lo llamó ‘el callejón de la muerte’.

Hay quienes desvirtúan casi quirúrgicamente aquella frase. “En primer lugar este no era el sitio al que se lo conocía con el apelativo relacionado con la muerte. Ese quedaba del lado de Piedrahíta”, dice Marlene Gómez, quien llegó al sector cuando se casó con uno de los vecinos. “Tampoco es un callejón, se trata de un barrio”.

El sitio es una anécdota urbana. Una especie de puñal -delgado y largo, de unos 50 metros- que penetra de manera recta el costado de la manzana ubicada entre las calles Julián Coronel, Vicente de Piedrahíta, Boyacá y Ximena, cerca del Cementerio Metropolitano.

Un barrio que podría caber apenas en una tira. En su parte más amplia la calle -por llamarla de alguna manera- tiene tres metros de ancho, y dos y medio en el ala más angosta.

Ni en lo formal es considerado un callejón, menos un vecindario. Para el Municipio, apenas es un predio al que se le asignó una numeración para ubicarlo espacialmente en una de las tantas calles de la ciudad.

Tal es la situación que las diez familias que habitan en una y otra acera no tienen ni siquiera una dirección por separado. “Para el servicio postal, para las empresas eléctrica y telefónica; hasta para los conocidos y desconocidos, todos estamos metidos en una misma guía domiciliaria: “Ximena 121”, dice Alberto Briones, otro de los vecinos.

Este guayaquileño no conoce una fecha o año en la que se haya formado. “Tengo 56 años y ya existía”.

Quien sí defiende una versión sobre este punto es Margarita Guerrero Desiderio, quien anda por los 84 años. “Acá residían antes unas 30 familias. Solo en dos conventillos había entre 10 a 8 pequeños departamentos, cada uno habitado por familias completas. La mayoría se fue ya”.

Ella era una niña cuando su madre pagaba alquiler por una casa dentro de un espacio que se llamaba la Quinta Pareja, una especie de propiedad rural con potreros y sembríos en los márgenes de la ciudad.

Es ella quien habla de la época más gris del vecindario, cuando la venta de drogas provocó que personas de todo nivel y peligrosidad llegaran hasta el lugar. Había dos o tres familias que la distribuían.

Alguien más recuerda cuando en esos días ciertos zaguanes eran reconocidos como la Cámara de gas 1, Cámara de gas 2 y Cámara de gas 3. “Eran fumaderos de droga y la gente llegaba y consumía en esos lugares. Nadie podía denunciar porque ellos tenían informantes en la Policía”.

Un estado de sitio que duró entre 20 a 30 años. Terminó cuando en el 2001 hubo el robo a una periodista de un noticiario de televisión e ingresaron militares y policías.

Un diario local tituló en esos días: Tour de fumones. “Se llevaron entre 50 a 80 drogadictos”, agregó Alberto Briones.

Pero aquello quedó en el pasado. En estos días, de vez en cuando algún desconocido ingresa al barrio y cree que el sector sigue siendo tierra de nadie. Alguien llama a la Policía y se lo obliga a dejar el lugar.

Es por eso que los vecinos aspiran a colocar una puerta. No creen que nadie se lo puede impedir, al fin y al cabo, por la estrechez del callejón, no ingresa ningún carro, y más aún, si el Municipio más que un vecindario lo reconoce como Ximena 121. Nada más.

El rezago de una zona de quintas

Esta especie de malformación urbana -callejones tan estrechos como este casi no hay en Guayaquil-, quedó como remanente de lo que fue la Quinta Pareja, que desapareció en 1947, cuando el alcalde Rafael Mendoza Avilés rellenó los pantanos del norte.

Par quienes lo recuerdan en los últimos tiempos, como es el caso del historiador y cronista vitalicio de la ciudad, Rodolfo Pérez Pimentel, este era un barrio habitado por la gente más pobre de la ciudad y algunos maleantes.

La Quita Pareja y cubría un extenso sector comprendido entre las calles Padre Solano, Mendiburu, Tomás Martínez, Loja y Padre Aguirre. Otras famosas fueron las de Rodríguez-Coello, de Medina y de Roditti.