Sucesos. Jorge Delgado (i) junto al piloto alemán Tassilo Bush; auto volcado en carrera de Guayaquil (a).

Automovilismo, una apasionada aficion

Inolvidables las técnicas de manejo de Alberto y Badib Harb, Teófilo Bucaram, Salomon Dumani, Emilio Kronfle, Luis Larrea, Joel Muela, Alberto Cucalón y muchos más. Así también disfrutamos el paso por Guayaquil de los autos y pilotos que competían en l

Nuestro país siempre tuvo muy buenos corredores de autos. Nos levantábamos muy temprano para ir a los lugares en donde, las curvas, ponían los nervios en su máximo, al verlos derrapar a gran velocidad.

Inolvidables las técnicas de manejo de Alberto y Badib Harb, Teófilo Bucaram, Salomon Dumani, Emilio Kronfle, Luis Larrea, Joel Muela, Alberto Cucalón y muchos más.

Así también disfrutamos el paso por Guayaquil de los autos y pilotos que competían en la carrera Buenos Aires – Caracas. Conocimos a los hermanos Gálvez, Victor García, Domingo Marimon, entre otros.

Esto motivó para que yo participara en una carrera de “pichirilos”, es decir, de autos viejos del año 40 hacia atrás.

Yo corrí en esa carrera, en un Ford 39 con frenos de varilla, y con la ayuda de dos maravillosos mecánicos y amigos, Juan Heredia y Homero Nivelo, nos preparamos y entramos a la carrera, la cual recorría el sector de las av. Américas, La Atarazana, el Cementerio General y la Julián Coronel.

Corrieron más de 22 coches, y desde la largada, tuvimos una buena ubicación. En la cuarta vuelta al tomar una curva saliendo del Instituto de Higiene, el coche patinó, dio contra la vereda y volcó. Mi copiloto era el ahora Dr. Aurelio Panchana Raymondi; no teníamos cinturón de seguridad y tuvimos que amarrarnos con unas cuerdas que felizmente resistieron el vuelco y nos permitió continuar en la carrera una vez que el público enderezara el coche. Terminamos en un honroso quinto lugar.

Un mes después corrimos desde el puente de Daule a la actual Universidad Católica en una carrera más, de este tipo de “pichirilos”. Ganamos la carrera con un tiempo de 18 minutos para los 42km, a una “escalofriante” velocidad de 123km/h.

El entusiasmo por el automovilismo nunca me abandonó y ya con un coche de mejores condiciones pude participar en carreras como la vuelta a la Península, Guayaquil – Ambato y también en el Perú la carrera de Atocongo.