Nunca una autocritica
Un artículo de Fernando González en Clarín, la semana pasada, a propósito de una entrevista concedida por la expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, mostró en negativo uno de los sellos distintivos de los militantes del socialismo del siglo XXI y de sus seguidores: su incapacidad de autocrítica. Es el caso de Maduro, que aunque va de fracaso en fracaso, atropellando y arruinando la vida de seres inocentes, culpa a las conspiraciones del imperialismo internacional. Escuchándolo, a ratos, da la imagen de un buen hombre, lleno de deseos positivos, al que los enemigos ideológicos persiguen implacablemente y le impiden consumar sus proyectos. Claro, hasta que lo posee un acceso de cólera nacionalista.
Es curioso. En los años setenta del siglo pasado, los pensamientos de izquierda tenían en común dos señas de identidad, críticos y científicos. Críticos, porque hacían preguntas que ponían en duda a los conocimientos adquiridos para llegar a lo que verdaderamente pasaba en la vida social. Ser pensador de izquierda era sinónimo de destructor de los mitos y de las falacias de las sociedades burguesas que disfrazaban el ejercicio del poder. Científicos, porque el pensamiento de izquierda no podía ser una opinión sino un discurso estructurado por su metodología y lo que se llama, de forma un poco pedante, marco teórico.
En estos largos años del socialismo del siglo XXI, en los diferentes países latinoamericanos que han tenido la desventura de vivirlo, la crítica ha sido la doncella olvidada en el desván de los recuerdos. No se ejerció la crítica sino la espectacularidad: Pegaso hizo creer que estábamos ya en el espacio, enarbolando la preterida identidad nacional. Silicon Valley, pese a las advertencias de Arturo Villavicencio, fue anunciado a pocos kilómetros de nosotros, donde nos olvidaríamos de los “commodities” y otros recursos obsoletos. Lo espectacular como la nueva fase del izquierdismo.
Cristina tampoco se equivocó. Pudo, concede, tener algunos errores. Peores son, por supuesto, los de Macri, que además no tiene aciertos.