Arabia Saudi

Arabia Saudí es el segundo productor mundial de petróleo, tercero en gastos para defensa y primer cliente de la industria de armas del planeta. Adicta al petróleo. Fija el precio a nivel mundial. Su peso político en el Cercano Oriente es decisivo.

Su presupuesto se nutre con 80 % de ingresos. Aporta el 45 % del PIB y sus exportaciones 90 % solo en petróleo.

Su gasto de defensa está arriba del 25 % del presupuesto y el déficit público llegó al 15 %.

Mohamed bin Salmán, de 30 años, en línea de sucesión, quiere terminar con esa adicción al petróleo.

Aspira privatizar, inicialmente, el 5 % de Saudí Aramco. Valor promedio, US$ 2,5 billones según reservas y capacidad de producción.

Invertirá en bolsa, la primera en su historia. Privatizará la economía, diversificará e introducirá la libre competencia. Eliminará subsidios (agua, gasolina, electricidad), incorporará a la mujer al mercado del trabajo (excluida) y sustituirá la mitad de la mano de obra que es extranjera. El paro juvenil (2/3 de la población) es menor de 30 años, que capacitará en sectores productivos.

Quiere hacer de la peregrinación a La Meca y Medina próspera industria de turismo religioso. Construirá museos, la industria cultural y del entretenimiento.

Impondrá la “economía de mercado”. Rechaza al socialismo. Pretende frenar la inestabilidad política y superar la guerra fría con Irán, tres países vecinos en guerra caliente, el conflicto palestino, el terrorismo de Al Qaeda y el Estado Islámico.

Los recursos saldrán de la privatización de Aramco e inversión de riesgo para convertir al país en potencia mundial.

En cambio, Correa, con su revolución ciudadana, socialismo siglo XXI y su incomparable “jaguar americano”, parece haber sido todo un fiasco. “Invirtió” doce veces lo gastado en la “reconstrucción de Europa”, derivada de la Segunda Guerra Mundial. No hay dinero ni para el primero de los terremotos y aumenta todavía más y más impuestos. ¿Su anciano Gobierno responderá?

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