Anna Kraft rechaza la estética clásica

Anna Kraft rechaza la estetica clasica

Es una mujer, pero podría ser otra cosa: un centauro optimista, revoltoso y estridente que se aliviana al pensar, “no importa, todo estará bien”.

Es una mujer, pero podría ser otra cosa: un centauro optimista, revoltoso y estridente que se aliviana al pensar, “no importa, todo estará bien”. Se autodefine, cuando habla de su signo zodiacal, filosófica y religiosa, o como dice con notable lamento: terriblemente religiosa.

Sin filtros y habladora compulsiva, de esencia “medio hippie, punkera, princesa, hipster, medio todo”. El rayo estruendoso de Zeus, un fuego mutable. Una mujer con signo solar Sagitario.

Sentada en un sillón de fondo suave y mediano dentro de su departamento, Anna —una modelo que rechaza la estética clásica de una modelo y tiene como religión a la astrología— viste una bufanda que le forra el cuello por la tos, chaqueta y pantalón denim desgastados.

Kraft, quien ha trabajado para Designer Book en Quito, Guayaquil y Cuenca, prepara un documental sobre el uso positivo del cannabis y cuenta que su debut fue en Contrastes, desfile organizado por la Fundación Reina de Quito en 2008.

“No me gustaba ser la típica modelo, así que me tatué y rapé la cabeza” y asegura que no se preocupa por su cuerpo o rostro porque no le interesa lucir perfecta, sino auténtica. “Humana”.

Años antes, cuando la convencieron de participar en Miss Ecuador porque “juraban que podía ganar”, le recomendaron, en la primera reunión, implantarse prótesis en los senos para abultar el pecho. Taparse los dos tatuajes que tenía, ahora tiene 36, quizá, porque ni ella los ha contado. Respondió no y luego se echó a reír recordándolo, como quien se ríe de lo absurdo.

Pietro Polít, fundador de la agencia de modelos D.I.S. Management, comparte que Anna fue la primera becada en su escuela. “Queríamos chicas como Anna”, cuenta. “Buena onda, con predisposición, estilizada, bella”.

Su padre alemán y budista; su madre ecuatoriana y atea; la influencia constante de distintas estéticas en internet y gastar su infancia en un pueblo americanizado de México la hicieron pensar como lo hace: llevando la contraria.

“Mi vida, con mi suerte sagitariana, es el universo diciéndome que soy estúpida pero con miles de ángeles o brujas, cuidándome”, dice. “Pero también soy super Capricornio, por suerte. Tú eres Capricornio, ¿no?”, pregunta, desafiante. Luego explica que a ellos les llaman materialistas por error, que solo aprecian mucho las cosas, rescatan lo de antes. Tener este signo ascendente la calma, aterriza y salva. Aunque ella “sea inmortal porque le teme a la muerte”.

Ha recibido golpes, pese a la suerte que dice tener en la espalda. Intentó trabajar en México y Alemania, pero no lo logró. Recibió una llamada desde una agencia en Tokyo, Japón, “pero me pidieron tres centímetros más de estatura”. Su suerte es eso, transformar lo negativo en lo que su carta astral y fe en los astros define como cuadraturas: infortunios por resolver y nunca lamentar.

Ahora, ve el modelaje como algo obsoleto. Le gusta hacer y ser parte de las cosas nuevas. Escribir un libro o aprender actuación, por ejemplo. “Soy todóloga, me siento un fenómeno multitalentoso. Quiero estudiar todas las astrologías del mundo aunque no sepa qué hacer con eso después”, concluye.

Es una mujer, pero podría ser algo más. Un centauro. La energía de una estrella explotando. Una supernova.