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Alguien duda de Bachelet

Todavía hay voces que culpan de la tragedia venezolana al “imperialismo” y afirman que la desgracia de ese país proviene de “circunstancias externas”. Frente a esta peligrosa ceguera hay que revisar el informe que Michelle Bachelet, alta comisionada de las NN. UU., para los Derechos Humanos, presenta luego de haber visitado Venezuela entre los días 19 y 21 de junio del presente año. Bachelet entrevistó a 550 víctimas del gobierno de Maduro y a testigos directos, y señaló que casi 7.000 personas han sido asesinadas por los grupos de choque chavistas y los parapoliciales dependientes y financiados por el régimen.

Solo en el 2018 hubo 5.287 muertos por la violencia oficial, y entre enero y mayo de este año las víctimas llegaron a 1.569. Se trata, como afirma la alta comisionada, de un clima de graves violaciones de los derechos y de una sociedad privada de la institucionalidad y de los controles de la democracia.

A estos horrorosos datos se suma el hecho de que más de cuatro millones de venezolanos han abandonado su país, en difíciles y desesperantes condiciones y en catastróficas circunstancias para su supervivencia. Este problema, de migración masiva, afecta además a toda la región y convierte en supranacional la crisis de Venezuela.

La inhumana situación que padece ese país se agudizó en estos días por la muerte del militar retirado Rafael Acosta Arévalo en manos de sus captores. Acosta permanecía detenido en una dependencia del servicio de contrainteligencia militar desde el 21 de junio y murió en un hospital militar. El periodista Eligio Rojas manifestó que, según la autopsia practicada al cadáver de aquel, Acosta habría sido torturado y aplastado.

La situación de depredación y muerte en Venezuela no se puede ocultar y menos, con un sano y racional juicio, voltear la cara o dudar de la rectitud, equilibrio y solvencia de Michelle Bachelet, militante de la izquierda socialista chilena e hija del general Alberto Bachelet, que murió en las cárceles de la oprobiosa dictadura de Augusto Pinochet.