Dulce. Al pasar por la avenida principal, se observa la forma tradicional que tienen de estirar la melcocha.

El aire tiene olor a caramelo en Alluriquin

El aroma dulce en el ambiente anuncia a los viajeros a Quito, minutos luego de pasar Santo Domingo, que se ingresa a Alluriquín, lugar que alberga a los tradicionales productores de la melcocha.

El aroma dulce en el ambiente anuncia a los viajeros a Quito, minutos luego de pasar Santo Domingo, que se ingresa a Alluriquín, lugar que alberga a los tradicionales productores de la melcocha.

Este poblado creció con la construcción de la carretera Quito-Guayaquil, en los años 30 del siglo pasado. Las familias de las provincias de la Sierra se trasladaron al sitio y se asentaron definitivamente, desarrollando el arte de la fabricación de la melcocha, producto elaborado con miel de caña y panela.

La mezcla, cuando está en el momento apropiado, es colocada en una viga, la halan y toma forma, es allí cuando se endurece y se hace la melcocha. Para su elaboración, la panela la traen de Ibarra.

El sitio es conocido como la tierra dulce de Alluriquín. Eduardo Morales, dulcero del poblado, comienza su día de trabajo a las 07:30, en una actividad que desarrolla desde hace 30 años. Comenzó como empleado, pero ahora es miembro de una asociación de artesanos dedicados a la producción de dulces.

“Es una parroquia que ha sabido salir adelante. Hace años, por fenómenos naturales, se perdieron algunas tierras y viviendas, la tierra aquí es bastante productiva”, dijo Morales.

Formaron la asociación de artesanos La Colmena, compuesta por doce socios desde hace cuatro años y que se dedica no solo a dar forma a los dulces con melcocha, sino también a los conocidos palitos, que se venden a quienes pasan por la localidad en los carros particulares o de transporte.

En este lugar, el 70 % de los residentes se dedica a esta actividad.

Es una tradición ancestral que también atrae a Marina Rueda, quien trabaja independiente en el proceso de elaboración. Tiene personal a su cargo, a quienes paga $ 10 diarios. Unas empleadas se encargan de envolver y enfundar, mientras otras hacen el doblaje.

Los retazos de melcocha son empacados en la mesa central de la asociación. Allí envuelven cada cinco minutos más de cuarenta barras de este dulce para luego comercializar el paquete de veinte unidades a un dólar .

“La mejor temporada de ventas y turismo es cuando salen de vacaciones en la Sierra”, asegura un residente dulcero mientras realiza su labor.

Otra de las especialidades del lugar es el maní confitado con panela. Para hacerlo, los artesanos tuestan el maní en grandes pailas y después adhieren la panela líquida. Mientras se va removiendo, el maní y la panela se unen hasta formar esta golosina.

Los sobres alargados de maní, que contienen unas diez unidades, los venden por paquetes a quince centavos y un dólar.

Estos dulces, una vez envasados, son comercializados para que lleguen, a través de otros vendedores, a los viajeros de los buses interprovinciales. Así se llevan el dulce sabor de Alluriquín. (F)