A trabajar ya
El próximo año hay cambio de gobierno. Tenemos que reconstruir el país. En materia económica lo harán los especialistas, pero en el área jurídica hay errores y horrores. Lo electoral es un desastre. La prohibición de contratar publicidad en medios de comunicación y vallas publicitarias con el cuento de que el Estado asigna la publicidad en forma igualitaria es la más antidemocrática farsa de nuestra historia. ¡Los candidatos no pueden comunicar sus propuestas! Y sin mencionar la sintaxis, las razones de técnica jurídica por las cuales necesitamos otra Constitución saltan a la vista. La palabra “caos” se queda corta: la jerarquía de las normas incluye los actos administrativos, que no son normas. La supuesta función de “transparencia” crea una extraña amalgama entre órganos de defensa de derechos como la Defensoría del Pueblo, la Contraloría -órgano de control administrativo- y las superintendencias, órganos de regulación. La justicia se encuentra dentro de la Administración. La legislación también. No hay separación de poderes. Esto aleja las posibilidades de inversión extranjera, pues nadie trae sus capitales a un país donde la justicia no es independiente. Y se necesita inversión extranjera. Por eso la reconstrucción económica, está ligada a la jurídica. Así que, para evitar otro Montecristi, hay que comenzar a analizar estas cosas ya. Si Estados Unidos ha tenido una sola Constituyente que produjo la Constitución vigente desde 1787 y nosotros hemos tenido más de veinte, algo estamos haciendo mal. La Asamblea de Filadelfia laboró 4 meses y redactó una Constitución de 7 artículos; la de Montecristi redactó una telenovela de 444 en 6 meses. La Revolución francesa produjo 31 páginas en 2 años de trabajo. Nosotros casi 200 en 6 meses. La reforma argentina de 1994 fue precedida por un proceso preconstituyente de un año, en el cual se definió lo que había que corregir. Antes de la próxima asamblea, debemos tener claro qué es lo que hay que arreglar, para no comenzar otra vez con nuestras típicas novelerías y volver a destruir el sistema. ¡A trabajar hoy, no mañana!
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