El poder
Cuando finalizó el Gobierno de Sixto Durán-Ballén en 1996, el entonces Vicepresidente Doctor Eduardo Peña Triviño luego de cumplir con las solemnidades propias de la entrega del poder, tomó una brocha y un tarro de pintura y se fue a su casa en la playa a pintar unas rejas que el óxido había corroído. Hago esta referencia sobre la sencillez de una persona que entendió la verdadera esencia de su responsabilidad, para abordar la transformación que en las personas produce el poder. Desde la atrevida osadía de quien se sienta detrás del volante de un bus, imponiendo el peso de la carrocería ante los pequeños vehículos en la vía con el propósito de abrirse paso, hasta la actitud prepotente de quienes investidos de una dignidad pública sienten sus vasallos a las personas comunes, son muestras del entontecimiento que produce el circunstancial acceso al poder. En el sector público el mal uso del poder se origina en dos causas: en primer lugar por la ausencia de fiscalización que hace a un funcionario sentirse invulnerable frente a sus abusos, siendo capaz de atropellar con impunidad sin que exista un mecanismo para reprimirlo ejemplarmente; y en segundo lugar, al igual que ocurre en el hogar, el abuso se produce cuando quienes están llamados a dar el ejemplo se conducen de manera prepotente y abusiva. Un niño que ve a su padre maltratar, muy probablemente será un adulto maltratador. Al igual que ocurre con el monopolio de las armas otorgado a la fuerza pública, el poder es una delegación que le hace la sociedad a algunos de sus miembros con el único y exclusivo propósito de servirla. Pero el abuso de poder no es patrimonio de la función pública, lo es también del sector privado donde a veces algunos administradores y empresarios no tratan a los colaboradores como sus compañeros de trabajo, sino como plebeyos que deben agachar la cabeza por pan. Cada vez que escucho o veo a alguien hacer gala de las delicias del poder, me acuerdo de aquella frase de Martín Fierro que dice “no te sientas altivo por estar en el estribo, que yo he visto a pie a jinetes más atrevidos”.
Twitter@PaulEPalacios