Felices fiestas

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La vida está hecha de momentos, todo es importante y con la edad, el tiempo se desacelera.

El 2019 está acabando y ya no seremos más “teens”. Según el calendario Maya el inicio de la cuenta larga fue el 13 de agosto de 3114 a. C. y es cíclico, repitiéndose cada 52 años. Siempre he cuestionado los 12 meses del año; considero que no dependemos solo de que la Tierra dé vuelta al sol en un tiempo de 365 y un cuarto días, sino que el tiempo también se define en la mente. Lo que tarda el planeta en dar la vuelta al sol nunca es exacto, cada año es diferente; el mismo Universo está en continuo movimiento. Nosotros creamos el reloj y el calendario para definir el tiempo. Mi primer ciclo se acabó, cumplí 52 años y vuelvo a empezar. Vemos la edad cada vez que nos acordamos de lo que fuimos e imaginamos lo que seremos. Pienso en el tiempo y cómo el ser humano siempre está apurado. El ruido hace que pensemos que el tiempo pasa más rápido. Si estamos en un lugar sin hacer nada, pasa muy lento, pero hay que aprovecharlo porque hay que ralentizar y aprovechar los estados de contemplación ya que ahí es donde podemos entender la importancia del tiempo. La vida está hecha de momentos, todo es importante y con la edad, el tiempo se desacelera. Tenemos que hacer cosas nuevas; es una forma de supervivencia pues la repetición nos envejece y el tiempo nos engloba. Nuestra realidad está basada en los ciclos de las mareas, la luna, el sol… El tiempo es solo psicológico. Cuando somos niños, corre, y no hay suficientes momentos para vivir. Hay personas mayores que parecen jóvenes y viceversa. Es el estado anímico articulado con el sistema inmunológico lo que define la edad, no ella en sí. Nos obligamos a recordar y a repetir, cegados por el consumismo. Ponemos fecha a todo y celebramos no porque queremos, sino porque así ha sido siempre. Vivimos eternidades porque todo está controlado y no somos nosotros quienes ejercemos ese control, es nuestro entorno. Cuerpo y mente no son compatibles y dependemos de cómo hemos llevado nuestras vidas. Tenemos demasiadas fiestas que nos hacen medir logros en esos 365 días. Las famosas metas que nos ayudan a proyectarnos y seguir con los ciclos cortos vivenciales y no con los largos, que involucran pensar mucho más en el tiempo que nos queda y si llegaremos a celebrar la misma fiesta una vez más.