Reforma judicial y voluntad
Los ecuatorianos deberíamos preguntarnos si este es el tipo de justicia que queremos seguir teniendo y si vamos a aceptar que la delincuencia organizada secuestre este poder del Estado.
Los últimos cuestionamientos de la Embajada de Estados Unidos en Ecuador por el endeble sistema de justicia que tiene el país, hoy vulnerable a las organizaciones narcodelictivas, causaron revuelo y críticas en quienes no se atreven a admitir el grave problema que existe. Pero en un nivel de crisis institucional como el que vivimos es necesario y oportuno que alguien de afuera denuncie lo evidente.
Mejor si esas alertas vienen de un país que ha demostrado con creces estar haciendo lo que fiscales y jueces locales no se atreven. Si no fuera por los casos judiciales que ha abierto Estados Unidos, Ecuador no hubiera conocido la gran trama de sobornos con la que se atracaron los fondos del Isspol -por la que ya se tiene a dos sentenciados-, tampoco sobre las irregularidades que hoy se siguen investigando en torno a otros casos como Las Torres u Odebrecht. Pero eso no debería significar un alivio.
Los ecuatorianos deberíamos preguntarnos si este es el tipo de justicia que queremos seguir teniendo y si vamos a aceptar que la delincuencia organizada siga secuestrando este poder del Estado. Para evitarlo se requieren reformas constitucionales, pero también voluntad política y social para revertir esta realidad.