Editoriales

Odiseas diarias

Se requiere la intervención de expertos en urbanismo y el trabajo conjunto de los municipios y de las autoridades reguladoras del tránsito.

Ni al que madruga Dios lo ayuda con el tránsito. Salir temprano no asegura una circulación fluida. Y no es solo por el exceso de vehículos, situación que empeorará año a año porque el parque automotor crece sostenidamente, sino por la actitud de los conductores que irrespetan todas las normas vigentes. 

Nadie supera en ello a los choferes de buses que se cambian de carril imponiendo su tamaño, ni a las motos que se atraviesan inesperadamente, a veces por ambos costados, con alta probabilidad de generar accidentes.

El tráfico en Guayaquil es caótico. En Samborondón está colapsado. En la vía a la Costa se está desbordando. Cada vez es más frecuente que el trayecto hacia el trabajo tome más de una hora desde cualquier punto de la ciudad y de los cantones circundantes. El problema va en escalada y deben tomarse medidas urgentes. Se requiere la intervención de expertos en urbanismo y el trabajo conjunto de los municipios y de las autoridades reguladoras del tránsito, incluyendo soluciones efectivas de transporte público masivo que contribuyan a aliviar la congestión vehicular, además de una campaña de educación vial.

Los guayaquileños pasamos un promedio anual de 167 horas perdidas en trancones. Estas odiseas diarias no pueden continuar.