Editoriales

Impuestos sin retorno

"El trágico suceso que se llevó la vida de un ciclista en Samborondón, arrollado por un vehículo que se dio a la fuga, no solo evidencia la calidad moral del conductor. También la falsa sensación de seguridad de un sector exclusivo que no tiene ni cámaras"

Nadie quiere nunca que le pase nada malo, obvio. Pero puestos a elegir dónde tener un accidente o sufrir con percance de la delincuencia, lo lógico sería preferir que ocurra en una zona bien, en un sector donde haya luz, donde se presuponga una mayor presencia de autoridades, donde el pago de impuestos lleve aparejado servicios de seguridad, instalación de cámaras... Es decir, uno de esos barrios en donde se pagan y se valoran las viviendas con plusvalía pues, entre otros factores, hay mayor seguridad. Por ejemplo, Samborondón. Por ejemplo, la entrada a una de las ciudadelas más exclusivas. Pero todo eso es mucho presuponer.

Resulta que un ciclista fue atropellado en esa vía principal por un vehículo que se dio a la fuga y pasan los días sin que haya castigo para el culpable. ¿Qué culpable? Lo único que se sabe, por los testigos, es que fue un vehículo. ¿Y las cámaras del lugar? Que no hay. ¿No hay? ¿Y para qué se pagan impuestos? ¿Y la seguridad del sector? ¿Y qué dicen las autoridades locales y las reguladoras del control? El silencio solo puede ser interpretado en este caso, trágico para una familia, como indolente. Si nadie se hace cargo del suceso, ni de las condiciones de infraestructura que conducen a su impunidad, es urgente que los ciudadanos sepan en qué condiciones reales están viviendo.