La guerra se paga
Sin empleo, sin incentivos, sin aliviar las cargas no habrá prosperidad. Los factores chirriantes de la economía de siempre, agravados por el efecto inflacionario de una guerra al otro lado del mundo
No es venganza, es inflación. La invasión bélica con la que Rusia ha arremetido contra Ucrania está lejos de Ecuador en kilómetros, pero cerca en dólares. La onda expansiva de los misiles tuvo un efecto inmediato en el precio del petróleo y desencadenó daños colaterales en varios aspectos de la economía nacional, de lo macro a lo micro. De las industrias a las casas.
No es solo el conflicto ruso-ucranio, pero sí ha sido el catalizador de una inflación que ya venía apuntalada en la escalada paulatina pero marcada de la cotización internacional del crudo. El aumento del barril podrá dejar más recursos en las arcas públicas del país -e incluso aliviar la asfixia fiscal crónica de Ecuador- pero aprieta en la economía de base.
A la tan cacareada herencia indeseable de deuda de gobiernos anteriores, la gestión actual debe añadir el inmovilismo de las instituciones. Gobierno y Asamblea harían bien su trabajo si estuvieran ya implementadas políticas y reformas que reviertan el impacto del conflicto y, sobre todo, del proceso inflacionario generalizado. Sin crear empleo, sin un colchón en los hogares, sin dinamismo en el tejido empresarial, sin incentivos, sin alivios en las cargas y la burocracia no habrá prosperidad. Lo de siempre en Ecuador. Pero exacerbado por una guerra pospandémica.