Editorial: Seguridad para todos
No hay coherencia porque se supone, o al menos así lo exponen en sus mensajes, que la inseguridad ha bajado
Algo no tiene mucho sentido cuando observamos a ministros y a uno que otro funcionario público, incluso a sus familiares, moverse rodeados por un exagerado número de policías y militares. No tiene mucho sentido, porque mientras ellos caminan tranquilos con círculos y círculos de seguridad, el ciudadano común tiene que ver cómo se las arregla para llegar vivo a su casa. Es verdad, hay ministros que cumplen funciones de alto riesgo, pero no deja de ser extremadamente ofensiva y excesiva la cantidad de personas armadas, uniformadas o no, que los resguardan.
No hay coherencia. Es un despilfarro de recursos públicos, tan necesario ahora para defender a los ciudadanos, a lo cual se suma el uso de vehículos sin placa, una práctica ilegal y ahora generalizada por el mal ejemplo de quienes se supone deben ser ejemplares en el respeto a las leyes nacionales. No hay coherencia porque se supone, o al menos así lo exponen en sus mensajes con tinte propagandístico, que la inseguridad ha bajado gracias al desconocido Plan Fénix. Entonces: ¿por qué el exceso de seguridad para los funcionarios públicos?
La cultura del guardaespaldas con recursos públicos seguirá siendo censurable mientras los que pagan por ese servicio, es decir los contribuyentes, sigan viviendo con miedo.