Editorial: El país donde se paga por un delito
Ya no importa si es de día o de noche o si el secuestro se da fuera de la empresa o en las inmediaciones de una plaza comercial
La extorsión ataca con fuerza al sector empresarial. La sufre a todo nivel, desde el dueño de una panadería o cualquier pequeño negocio que es condicionado a pagar un monto mensual para seguir operando, hasta los empresarios que viven presas del miedo a ser secuestrados y tener que pagar jugosas sumas de dinero de rescate para poder recuperar su libertad o, lo que es peor, evitar ser asesinados.
Ya no importa si es de día o de noche o si el secuestro se da fuera de la empresa o en las inmediaciones de una plaza comercial. La escena, propia de cualquier película de acción, se viene repitiendo en los últimos meses y con mayor frecuencia en zonas de Guayaquil, Samborondón, Durán o Vinces (Los Ríos), suficiente como para tener claro que ya no se tratan de casos aislados.
Aquí el pedido, nuevamente, es para las autoridades, que deberían hallar un mecanismo eficiente, no solo de rescate de víctimas, sino de prevención, para evitar que más casos de estos sigan ocurriendo. Es una práctica que no solo atenta contra la vida de las personas, sino contra los negocios, que están llamados a mover la economía y a crear plazas de empleo. No solo que podrían desestabilizar a cualquier empresa, sino que no existe forma legal de justificar este tipo de gastos en una contabilidad, porque, en definitiva, los ecuatorianos están pagando por un rescate fruto de un delito.