Editorial: No más tragedias en la Ruta Viva
No basta con ejecutar obras parciales, corregir baches o lanzar comunicados
El reclamo no es solo por otro accidente trágico, como el ocurrido el jueves 30 en la Ruta Viva, sino por la reiteración de una historia que duele: muerte, heridos y desidia. Esa vía, que conecta a la capital con el aeropuerto y valles aledaños, aparece sistemáticamente entre las más letales, aunque no acumule la mayoría de colisiones.
Lo ocurrido debe sonar como campanazo final para la autoridad metropolitana. No basta con ejecutar obras parciales, corregir baches o lanzar comunicados: se exige control real de velocidad, señalética adecuada, y una intervención que no dilate los plazos.
Al mismo tiempo, la movilidad no puede seguir siendo una condena para quienes entran y salen de la ciudad. Que un trayecto desde el centro norte hasta el aeropuerto demore más de una hora es un síntoma del caos, inaceptable para la capital de un país. Por ello es urgente aliviar la carga vehicular y mejorar los flujos, especialmente en puntos críticos como el túnel Guayasamín.
La percepción ciudadana es clara: cuando la seguridad vial y la movilidad se dejan en segundo plano, las víctimas acumuladas muestran la factura. La capital exige que quienes tienen la responsabilidad actúen ya -sin promesas dilatadas- y transformen la ruta en lo que debió ser: una vía segura, eficiente y digna para todos. Su ejecución debe darse en un tiempo razonable, sin dilaciones.