Editorial | Informar y no callar

Informar es parte del servicio público y hay que exigirlo

Hay funcionarios públicos, entre ellos algunos ministros, que aún no entienden que informar no es una opción, es una obligación. Pero no informar cualquier cosa, sino proporcionar datos certeros y verificables. Porque es muy fácil, y casos seguramente habrá muchos, en los que las cifras son infladas y la realidad es maquillada para vender una situación que dista mucho de lo que vive el ciudadano todos los días.

Los ministros, los miembros del Consejo del Directorio del Seguro Social, los alcaldes, los prefectos, el presidente, es decir todos, deben presentar informes periódicos, más allá de la rendición anual de cuentas que es una obligación legal. Su principal responsabilidad es con los ciudadanos, que más allá de pagar sus sueldos, confían en que su presencia en esos cargos va a mejorar en algo sus vidas. Si no es por honrar un compromiso con sus mandantes, al menos que lo hagan para devengar su salario. Pero ni eso.

Cuando hay muy poco de qué enorgullecerse y los paraliza el miedo de enfrentarse a las preguntas incómodas -pero justas- de medios de comunicación realmente independientes, el silencio se convierte en la política de comunicación oficial. Dejar que la ola pase hasta que venga otra que la reemplace es la estrategia comunicacional.

Informar es parte del servicio público y hay que exigirlo.